Responsable: Vera Gorali



Bienvenidos al blog del Ateneo y Seminario de Investigación "La práctica analitica del Campo freudiano en Argentina desde 1980". Aquí daremos a conocer los resultados de un trabajo en proceso que interroga cómo es la experiencia analítica para los analistas lacanianos del Campo Freudiano a lo largo de 30 años. Ésta va modificándose en concordancia con lo expuesto por Jacques-Alain Miller en su curso semanal de París titulado "La orientación lacaniana", quien en su lectura de la Enseñanza de Jacques Lacan sostiene una permanente interpretación de la época

Esta búsqueda se realiza en el marco de la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UPJL), por lo cual el estilo y los objetivos de las universidades populares serán una referencia constante.


Integrantes del ateneo:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano,

Ana Larrosa, Julio Monzón,Carlos Gustavo Motta,

Marta Peña, Rosana Salvatori, Edit Beatriz Tendlarz, María Videla, Gabriel Vulpara


lunes, 3 de mayo de 2010

SELECCION MENSUAL DEL JOURNAL DES JOURNÉES 4

Editorial

Continuando con el procedimiento del pase, en este número nos ocuparemos del pasador, tercer elemento del trípode que “aseguraba su rol”, según la propuesta que encontramos en la Nota Italiana de 1973, donde Lacan sugiere al grupo italiano que las admisiones de analistas sean por la vía del pase.

¿Quién lo designa y por qué? Los AME (Analistas Miembros de la Escuela), entre sus analizantes. La designación supone que el elegido está en un punto de su análisis cercano a la terminación de la experiencia, habiendo ya franqueado un tanto los límites de no saber acerca de lo incurable de su sínthoma, pero sin haberlo formalizado aún.

¿Cuál es la función de un pasador? El pasador tiene a su cargo la tarea de entrevistar al pasante las veces que considere necesarias hasta recoger su testimonio acerca de qué le hace pensar que ha concluido su análisis. Luego “hace pasar “ ese testimonio a uno de los dos carteles del pase que nominan al candidato.

El pasador se entera de su nueva función al ser sorteado entre una lista (que no se da a conocer) y recibir el llamado de un pasante para poner en marcha el procedimiento, concluido el cual, concluye también su función.

Vera Gorali


La voz de los pasadores

El debate recientemente abierto alrededor del pase en el JJ, se inscribe a continuación de las consecuencias de las últimas Jornadas de la Escuela. Se verifica entonces que la corriente del deseo que emana de aquellas, agujereó nuestros habituales intercambios en relación al psicoanálisis en intensión, permitiendo así a otras voces hacerse escuchar, a otras que las de los AE o miembros de los carteles.

Entre algunas de ellas, las de dos pasadores se elevan, dos mujeres, quienes avanzan y dicen a voz y grito en el JJ N°58 cómo el pase, desde su posición, les aparece ser “pesado y opaco”, envuelto de un hábito “intimidante y secreto”, según la expresión de Dominique Heiselbec. A su vez, Jeanne Joucla hace valer por sus propósitos la soledad y el silencio que envuelven el trabajo de los pasadores, señalando con toda razón, que los textos que tratan de la cuestión relativa a los pasadores “datan del muy principio del pase” en la Escuela.

Tendríamos que tomar muy en serio las cuestiones suscitadas por nuestros colegas. Hubo una época, es cierto, en donde en la Escuela se hablaba de pasadores, de su función, de su responsabilidad en tanto placa sensible y pieza fundamental del dispositivo. Me pregunto si, con el tiempo, no dejamos a los pasadores excluidos de una conversación que tendría que tener lugar, a fin de que no carguen solos una carga de la cual nadie a partir de entonces subraya la importancia y lo que está en juego.

El pasador encarna en relación al pase “su esencia misma”, además “es este pase”, según la primera versión de la “Proposición” dada por Lacan.

Es tiempo para nosotros de debatir sobre la cuestión de los pasadores, sobre su introducción en el dispositivo, hacer valer lo preciado de su función, y también destacar las facetas de su funcionamiento. Para nosotros llego el momento de expresar lo que esperamos de ellos. ¿Cuáles son los pasadores que la Escuela quiere ofrecer a los pasantes para la recepción y la transmisión del testimonio?

Si el pasador es aquello quien “es este pase”, entonces el pasador está supuesto de ser habitado por la pasión de la ignorancia, que lo empujaría a querer saber un poco más. Un pasador curioso que se hace preguntas justas y pertinentes, un pasador que busca el detalle, el “divino detalle”, un pasador que hace prueba de un espíritu de “fineza”, y que en ningún caso, limita su función a la toma de notas. La función del pasador no se puede confundir con aquella de la cámara de grabación.

Con el transcurso del tiempo, los pasadores se encontraron aparentemente en su soledad afectados de inhibición. Es por mi reciente experiencia de los carteles del pase que se me ocurrió esta reflexión.

Aplastados por toneladas de notas tomadas durante el testimonio, están habitados por la ansiedad de deber hacer pasar en poco tiempo una cantidad considerable de sueños, fechas, ciclos, periodos, datos de la novela familiar, a veces muy complejas, y recorridos que incluyen a veces varias secuencias de análisis cumplidas con varios analistas. La preocupación por la exactitud los puede llevar a no poder despegarse de sus notas.

A su vez, reciben muy a menudo un testimonio escrito por el pasante quien se los lee. Frente al cartel, al pasador le toca leer las notas que tomó a partir del texto del pasante. Por este hecho, el texto llega al cartel, usado, cerrado, chato y sin soplo. El cartel intenta hacer salir a los pasadores de esta rutina, pero consiente la mayoría de las veces, en recibir y retranscribir a su vez el testimonio que sigue palabra a palabra el texto escrito.

Podría ser entonces que ésta prevalencia tomada por el escrito en el procedimiento del pase sea un elemento que contribuya a su mortificación, haciendo obstáculo a la transmisión de lo más vivo y de lo más auténtico de lo que se transmite, ahogando la enunciación del pasante. Lo que se pierde ahí en el transcurso del testimonio, es su enunciación. Si la posición de enunciación no aparece ahí, el cartel apesadumbra en restituirlo y en encontrar las aristas de lo que escuchó.

Vivificar el pase, darle un nuevo soplo, destacar la fuerza y la potencia de un decir articulado a un deseo que se hace voluntad, pide liberar la palabra que circula en el dispositivo, liberarla de su traba de inhibición, y para eso es urgente arrancarlos del dominio de lo escrito para que los pasadores hagan escuchar una voz.


Esthela Solano-Suarez

Journal des Journées Nº60

20 de noviembre de 2009


El chiste y la invención del pasador

Me planteo una cuestión. Decir, como lo hace Lacan, que el pase tiene la estructura del chiste y que el pasador es el pase, implica que el momento crucial en el pase sea aquel en el que el pasador habla del pasante al cartel. ¿Logra el testimonio del pasador hacer reir al cartel, hacer surgir en él la alegría de decir sí? La enunciación del pasador es, en ese momento, decisiva.

Algo extraordinario se ha producido al acercarse las Jornadas: «Sí, voy; propongo intervenir, aunque me digan que no». Sin embargo, muchas intervenciones adquirían en alguna de sus esquinas un acento cómico, hacían reir. Se trataba entonces, de reirse de sí mismo. El público estaba directamente (en palabras de Serge) concernido.

En el pase, el pasante también llega a «reírse de sí mismo» desde el momento que se siente aligerado de lo que le estorbaba y obstaculizaba. Pero este «reírse de si mismo» pasa por el pasador. Y si el cartel no ríe la culpa, eventualmente, recae sobre él. Hay una diferencia entre el pase y la intervención en las Jornadas. Mi pregunta, por tanto, es la siguiente: ¿Se ha sostenido ese Voy del «hablar de si y hacer reir de si mismo» durante las Jornadas en un «quiero hablar de mí, contar un pedazo de mi historia e incluso, reirme de mi mismo, pero con la condición de ser yo el que, sobre la escena de mi propia enunciación, me burle de mi mismo.»?

Una pregunta así valora la invención de Lacan del pasador. En el pase, el acento se pone en el Se habla de mi en lugar de Yo hablo de mi. Es a lo que, a pesar de su orgullo, consiente el pasante que hace el pase.


Pierre Naveau

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


Ser pasador, pasante, AE

1. Cuando era pasadora un encuentro con el cartel fue determinante para mí. Me hizo comprender la función del pasador. Surgió de un acto de uno de los miembros del cartel. Me embrollaba tratando de dar cuenta de las numerosas notas que había tomado y había perdido el hilo. JAM, sentado frente a mi, de repente, toma mis notas y cierra el cuaderno donde estaba escrito lo que intentaba transmitir: “Venga, ahora diga lo que le ha quedado” me dijo. En un último sobresalto me aferraba a las restos de lo que me había sorprendido en mi encuentro con el pasante. Entonces pude extraer un hilo que me permitió transmitir una parte de lo esencial. El pasante fue nombrado AE.

2. Solicité hacer el pase porque había hecho un descubrimiento determinante que había precipitado el final de mi análisis y quería hacérselo saber a La escuela por el psicoanálisis.

3. Ser nombrada AE fue una suerte, y me ha permitido transmitir lo que era para mí lo más precioso, como había hecho en mi experiencia como pasadora: extrayendo un hilo a partir de lo que se produjo al final de mi análisis. Mi testimonio fue enseñanza de AE. Después fue sustituido por muchos de mis colegas de la escuela y de la AMP que han destacado su forma epistémica. ¡Así pues, haciendo hablar al Otro! No fui un AE “como debe ser...” La enseñanza del AE es subjetiva, singular aparte del número de años o de un saber hacer determinado. ¿Sabremos tenerlo en cuenta para el futuro del pase y del psicoanálisis?


Veronique Mariage

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


El pasador “placa sensible”

El pasador es un elemento clave del dispositivo del Pase. De alguna manera es el eje. Ni su designación ni su función pueden ser tomadas a la ligera. A este respecto Lacan evoca el término “placa sensible” al que, en su Proposición, opone el del juicio, exclusivamente reservado a los Cárteles. Es decir, que no hay instrucciones del pasador. Se trata de que sea un testigo receptivo y animado por el deseo de dejarse enseñar. Hace cerca de 10 años, al final de mi análisis, me enteré de que acababa de ser designada pasadora. Era el momento en que me disponía a solicitar entrar en la Escuela por el Pase. Correspondía a una primera percepción sobre la manera de gozar que animaba mi palabra de analizante.

El momento, por tanto, era sensible. Buscaba en los textos un saber que me dijera cómo hacer. Silencio. ¡Qué suerte! ¿Cuál fue entonces mi guía? Mi deseo de saber qué es el pase. Únicamente me animaba ese deseo. Iba al encuentro de los pasantes curiosa, apasionada...sensibilizada. Entonces la Escuela también lo era, era sensible.


Patricia Bosquin-Caroz

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


El pasador y el pase

Tratándose del tema de los pasadores introducido en el orden del día en la última reunión del Colegio del pase, en efecto, parecía necesario sacarlo a la luz y precisar la función del pasador. A veces considerados como «secretarios» sepultados bajo sus «toneladas de notas» de las que se esfuerzan en restituir lo esencial a los cárteles, o incluso, tratando de construir la clínica del casocuyo testimonio han recibido, no podemos preguntar si es eso lo que se espera de la función del pasador.

La tarea no es tan sencilla de definir porque la partida se juega entre tres: el pasante, el pasador, el cartel. Pase a tres, podríamos decir.

Si el pasante no se dedica a contar durante horas los detalles de su análisis, sino los puntos cruciales que se han desprendido de él y la articulación lógica que a posteriori se desprende (o no), podemos decir que ya hay un orden: del punto A de partida al punto B de llegada, el trayecto del análisis se aclara y se reordena según el esquema del bucle de la retroacción.

El testimonio dirigido al pasador permite a este recolectar la construcción que se desprende de este recorrido, la esencia de lo que emerge en ese testimonio, los puntos de pase pero también los puntos oscuros que el pasador por su parte puede interrogar. Me parece que el pasador no tiene que construir el testimonio en lugar del pasante o del cartel, sino que debe hacerse «placa sensible» para poder restituir al cartel las líneas de fuerza de ese testimonio, lo que le ha marcado, sorprendido, incluso convencido. Respecto al cartel, tiene que descubrir y construir si fuera necesario la lógica del testimonio dejarse convencer (o no) por el relato del pasador, por este pase en zigzag que permite que haya pase o no.


Philippe Stasse

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


El momento de la designación del pasador

¿En qué circunstancias fui designado pasador? Me encontraba en un momento de auténtica desorientación en mi cura ya que la cuestión del deseo planteaba una reformulación. Había que responder sin el auxilio de la galería de los ideales. Un “¿qué quieres?” privado de los argumentos de la persona. “Le designo como pasador, así sabrá dónde está” El analista tomaba acto de la dificultad encontrada respecto al sentido y, al mismo tiempo, abría una vía por la que el deseo podía anudarse no solamente a la cura sino al psicoanálisis. El momento de la designación de pasador merece reflexión. Es una encrucijada en la que se cruzan las exigencias de interpretación –acertar y provocar olas- y las introducidas por una nueva orientación que establece el pase según una perspectiva: pasante, pasador, cartel. En ese momento, la cuestión del sentido para el pasador, consiste a hacerse el vector de un decir.


Bernard Lecoeur

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


Recuerdos de un pasador

Jean Daniel Mattet considera que la gran diferencia entre una exposición en las Jornadas y el dispositivo del pase, es la existencia del filtro que constituirían los pasadores. No estoy de acuerdo en absoluto.

Además de los pasadores, hay una diferencia que me parece de importancia, el Otro al que se dirige el testimonio. En las Jornadas se trataba de un público preparado, que va entrando en calor cuidadosamente y alcanza la temperatura adecuada. En el procedimiento, el testimonio se dirige al cartel del pase, via el pasador. Los carteles, lo quieran sus miembros o no, reflejan algo del dinamismo más o menos deseante de la Escuela, de su libido. Sé por experiencia (y fue algo cruel) que un cartel del pase puede ser un chasco [1], un filtro susceptible de no dejar pasar al A.E. Fui pasadora hace dieciséis años. Conservo un recuerdo vivo y contrastado de los efectos subjetivos de esa función. Confieso que mi primer testimonio dio en el clavo y permitió que se nominara a un A.E. En esa ocasión el cartel no fue un chasco sino que tuve frente a él una viva certeza de la que yo fui la primera sorprendida.

Yo estaba animadísima, si puedo decirlo así, por el testimonio de la pasante y decidida a hacer mi parte con el cartel, al que no conocía. Me pidieron por ejemplo informaciones complementarias sobre la fratría del pasante y me oí responder con un aplomo, que hoy todavía me sorprende, que podía dárselas desde luego, pero que eso no aportaría nada más al testimonio. “¿Usted la nombraría A.E?” me preguntaron al final del todo. “Sí, sin dudarlo” y, conteniéndome, añadí: “pero, como usted sabe, yo no sé lo que es eso”. A lo que me respondieron: “lo que está dicho, dicho está”. Fue un momento de intensa alegría mientras me acompañaban a la puerta. Esa noche, sola, atravesé París a pie para calmar el exaltado entusiasmo que se había adueñado de mí.

El testimonio de los siguientes cuatro pasantes de ninguna manera me dio el mismo aplomo, me hizo menos efecto. Tuve que sobrellevarlo, que soportarlo incluso, y que soportar también la insatisfacción de los carteles, ávidos como tiene que ser, frente a las zonas de sombra de mi versión del testimonio. Tres de esos pasantes fueron nombrados miembros de la Escuela (era la época), el otro fue propuesto pasador.

Yo pedí entonces al secretariado que me sacara del sorteo. Lo que efectivamente se hizo. Corría el riesgo de causar algún perjuicio al pasante si continuaba como pasadora.

Poco tiempo después fui sorteada, en el pool de pasadores, para entrar en un cartel del pase. Esta experiencia apenas fue apasionante para mí, aunque desde luego que la clínica era interesante.


Patricia Johansson-Rosen

Journal des Journées Nº 62

24 de noviembre de 2009


NOTAS:

1. [N.T.] Textualmente: “… un cartel de la passe peut être un poison froid». Traducimos por «ser un chasco» a falta de mejor expresión, aunque se pierde el contraste que señala la autora entre el calor del público en las Jornadas y el “poison froid” del cartel del pase.


Forum de los Psi, temporada 1, episodio 12

La evaluación es un revisionismo del ser que apunta al “efecto alquitrán y plumas”, o sea la humillación . Es el nuevo hecho que Agnès Aflalo subrayó al inaugurar, el domingo pasado a la mañana, el duodécimo Forum des Psys. Sus fórmulas bien encontradas abrieron a todos los hallazgos, de pensamientos y palabras, que después a lo largo del día, hicieron las delicias de 900 auditores, de los cuales algunos ¡no se perdieron ni una miga!

Qué agradable resulta afinar la percepción que se tiene de un problema o de una cuestión por medio del contacto con el pensamiento o la experiencia de otros –cada participante iluminando con su antorcha un pliegue oscuro de ese doloroso malestar de nuestra civilización.

Este Forum presidido por Bernard-Henri Levy fue, tal como los anteriores, entusiasta y convincente. Demostró en acto la necesidad de decir y pensar lo que tiene de irreductible la evaluación contemporánea, si se quiere resistir a su dominio tentacular.

Agnès Aflalo comenzó con “acabar con la idea de que habría una buena evaluación” – y más aún en el mundo “psi”. Toda evaluación conduce a clasificar, contar, excluir, matar. La ética del psicoanálisis requiere entonces hacer retroceder lo infame, bajo todas sus formas.


Eric Laurent declinó las diferentes modalidades de los “nuevos semblantes de la evaluación”. Hizo foco sobre el espantoso “paternalismo libertario” de un Richard Thaler y un Cass R. Sunstein, dos investigadores americanos behavioristas. Sus concepciones se diferencian del behaviorismo duro: no se trata más de ejercer una coerción sobre un comportamiento, sino de dar “nudges” (empujoncitos) para orientar de manera subliminal las decisiones de los sujetos. Opinan que si se pone en la cantina la verdura a nivel de los ojos de los adolescentes, y se camufla la junk food, se servirán más fácilmente chauchas (¡como si un sujeto digno de este nombre no fuera a buscar papas fritas donde se encuentran!) Tuvimos después el placer de descubrir a Cynthia Fleurry, y su real sentido de la fórmula: “la evaluación o la inteligencia: vamos a tener que elegir” –Es lo que nos demostró claramente a lo largo de su ponencia. Antes de hablar de “evaluación, se hablaba de “productividad”. Pero esta palabra tenía la desventaja de develar demasiado claramente de lo que se trata; se la reemplazó. La “evaluación” vistió la cosa con los atavíos de la racionalidad, de la objetividad y del igualitarismo. Es porque no hay medio de escapar: querer sustraerse es siempre designarse como sospechoso. Seamos vigilantes, dice ella: mañana, por ahí se hablará de “ética de la responsabilidad” para disimular de nuevo esta misma ideología bajo un significante siempre más falaz. La evaluación, kafkiana y absurda, conduce a una crisis de las finalidades y de las significaciones, deviniendo, ella misma, en la finalidad sólo de las actividades.

Después el iniciador del “llamado de los llamados”, Roland Gori, teorizó la evaluación como manera de medir el desfasaje en relación a la servidumbre voluntaria, verdadera pasión del siglo veinte. BHL concluyó esta rica mañana retomando las diversas reacciones de la sociedad a los suicidios en serie del 2009 (en grandes empresas de Francia). “Si hay un neocapitalismo, es más en la evaluación que en Jerome Kerviel que hay que buscar la clave”. BHL subrayaba hasta qué punto es un mensaje extremadamente fuerte, para los “suicidados de empresas” tirar sus cuerpos muertos al pie de los que consideran como responsables. Tal como Bartelby quien opone su parte de opacidad irreductible con su “I would prefer not to” y manifiesta así la “grandiosidad obstinada del humano” (Melville), estos suicidados son “los analizadores del malestar social del tiempo que vivimos”. El Forum no sólo se hizo eco sino también alboroto.


La tarde empezó con la admirable intervención de Jean-Claude Milner. En Televisión, Lacan sitúa al inconsciente con estas palabras: “es un saber que no piensa, no calcula, no juzga, lo que no le impide trabajar”, es el “trabajador ideal” del cual habla Marx. Este trabajador ideal es el puro y simple soporte de un saber – un saber ejecutar las órdenes. Cualquier trabajo puede ser llevado en derecho a ese trabajo ideal, desde y cuando se encuentra tomado en una maquinaria que lo despoja de las diferencias que podrían surgir de un pensamiento, un juicio, o una capacidad de calcular. Todo trabajo puede, así, ser evaluado de la misma manera. Según Milner, no se trata ahí de una exigencia estructural de la maquina capitalista, sino del resultado de un proceso activo, efectivo, de obligación forzada. El suicidio es lo que queda de la primera persona, del “yo”, ahí donde nada queda. El último mensaje que dirige el sujeto suicidándose es “faltaré a mi lugar”. Freud lo hubiera traducido: “wo es war”.

Yves-Charles Zarka nos mostró como la RGPP (Reforma General de Políticas Públicas) estaba poniendo en obra un sistema generalizado de evaluación: asistimos a la extensión del modelo de management al conjunto de la vida pública, de las instituciones y del Estado mismo –Rousseau debe estar retorciéndose en la tumba. Lo que está cuestionado es la dimensión pública del Estado, por oposición al sector privado: las nociones de eficacia y rentabilidad guían ahora la política pública en sectores que no tienen por si mismos vocación de productividad salud, educación, justicia, investigación).

Una serie de intervenciones, más vivas y divertidas unas que otras , terminaron la tarde, con Mathias Gokalp, director de la película Nada personal, que vino a hablarnos de la evaluación en el mundo del trabajo; Margaret Moreau, médica de trabajo en disidencia, que nos inició en el LEAN, método de gestión de empresa, apuntando a la performance y productividad (viniendo de Japón, en el Toyota Production System) y usada hoy en todo el mundo. Cada gesto de trabajador es comparado al gesto de un operador ideal que sirve de referencia: ¡un hombre de 1 metro 75, de 65 kg, sin restricciones médicas caminando a una velocidad de 4km por hora!

Estos métodos no ponen ningún límite a la excelencia requerida: el trabajador siempre puede dar más, siempre estar mejor. J-A Miller hizo de abogado del diablo preguntando.”Debe haber lados positivos en la evaluación?” En todo caso hay que reconocer la amplitud del proyecto: se trata de una real tentativa de ingeniería mental, de transformación de la humanidad, se puede leer ahí una “época metafísica del ser”.

Carole Dewambrechies-La Sagna procedió al análisis de nuevos significantes–amos que produce sin cesar la evaluación:”educación terapéutica”, “trazabilidad”, y “buen trato”, las palabras claves de la HAS.

Francois Ansermet, a la pregunta por si se puede evaluar el porvenir, contestó que la única cosa que se sabía con certidumbre es que va a terminar mal. Excepto la muerte, todo el resto es incierto, imprevisible. Los evaluadores son, en realidad, expertos en predicción del pasado. Cito a Keynes: “lo inevitable nunca ocurre, lo inesperado siempre”. Lo que hace la dignidad del psicoanálisis, es que mantiene abiertos “los enclaves de lo inesperado” (Rene Char).

¿Cómo luchar contra el diluvio de la evaluación? Clothilde Leguil responde con la vuelta a Freud y la enseñanza de sus textos. La meta de la evaluación, dice, es “verificar que el trabajador no sacó otra cosa de su trabajo que el sueldo que se le da como indemnización; verificar que entre nacimiento y muerte, no pasó nada”. Mientras Guy Briole se refiere a los Morticoles de Leon Daudet y su prueba de “lamer de pies” pidiendo flexibilidad del espinazo y una buena dosis de desprecio de sí mismo, J-A Miller evoca Trece por docena, la novela escrita por los hijos de Gilbreth, -el señor Gilbreth inventó un método para optimizar el gesto del albañil poniendo ladrillos, y aplicó a la educación de sus doce chicos los mismos principios: optimización de gestos en la ducha, etc… La jornada en el Fórum concluyó con la performance hilarante (en un estilo tragicómico) de Jean Pierre Deffieux relatando la segunda visita de la HAS* al servicio psiquiátrico donde trabaja.

El primer principio de la HAS es “buscar satisfacer al paciente en todo punto”(¡en psiquiatría!). Lo que lleva a entregar escalas de dolor a pacientes melancólicos, por ejemplo, para que auto-evalúen su dolor o a aconsejar hablar de la donación de órganos a pacientes suicidas. Los representantes de la HAS están todavía buscando cómo hacer entrar las respuestas de J-P Deffieux en las casillas de sus cuestionarios…


Aurélie Pfauwadel

Journal des Journées Nº 91

8 de febrero de 2010


*Haute Autorité de Santé (Alta Autoridad de Salud)


Ateneo de Investigación:

"La práctica analítica en el Campo freudiano de Argentina desde 1980”

Responsable:

Vera Gorali

Integrantes:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano, Ana Larrosa, Julio Monzón, Carlos Gustavo Motta, Marta Peña, Edit Tendlarz, Emilio Vaschetto, María Videla, Gabriel Vulpara

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