Responsable: Vera Gorali



Bienvenidos al blog del Ateneo y Seminario de Investigación "La práctica analitica del Campo freudiano en Argentina desde 1980". Aquí daremos a conocer los resultados de un trabajo en proceso que interroga cómo es la experiencia analítica para los analistas lacanianos del Campo Freudiano a lo largo de 30 años. Ésta va modificándose en concordancia con lo expuesto por Jacques-Alain Miller en su curso semanal de París titulado "La orientación lacaniana", quien en su lectura de la Enseñanza de Jacques Lacan sostiene una permanente interpretación de la época

Esta búsqueda se realiza en el marco de la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UPJL), por lo cual el estilo y los objetivos de las universidades populares serán una referencia constante.


Integrantes del ateneo:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano,

Ana Larrosa, Julio Monzón,Carlos Gustavo Motta,

Marta Peña, Rosana Salvatori, Edit Beatriz Tendlarz, María Videla, Gabriel Vulpara


martes, 1 de junio de 2010

Acerca de la Universidad Popular

La universidad popular conjuga distintos tipos de acciones en el ámbito local, manteniendo una perspectiva amplia y abierta, demostrando una capacidad para adaptarse a distintas realidades siguiendo un doble postulado de unidad y diversidad, pensando globalmente y actuando localmente.Las universidades populares dependen directamente de los municipios  o de asociaciones sin fines de lucro, desarrollando una acción mediadora entre esos soportes y los ciudadanos.
El proyecto especifico de la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UP es participativo La participación es un método de trabajo fundamental en tanto constituye por si mismo una vía para el cambio. En ese sentido las universidades populares no son Casas de Cultura ni Centros Cívicos ni escuelas de ningún tipo.
Las UUPP no son definibles por el espacio en que se ubican, por las acciones realizadas, o por las personas que las integran en determinado momento y lugar, tampoco son una utopia. Las UUPP son un proyecto, una idea original que se justifica en un marco institucional.
La UPJL por ejemplo, toma a su cargo la educación freudiana de la población adulta de Francia .Es un instrumento valioso ya que puede actuar positivamente sobre las posibilidades de vivir conforme a la singularidad de cada uno y respetando la de los demás. La UPJL quiere instaurar un diálogo genuino con el gran publico, demostrando la eficacia de una practica que responde a las demandas de la época, atenta a las modificaciones que se manifiestan tanto en el orden de los síntomas como del Otro simbólico. Las UUPP tienen su origen en Francia, según el historiador Leopoldo Palacios Morini (1908).
Su origen esta vinculado a la comuna de Montreuil, una asociación espontánea de obreros nucleados en torno al comunismo, que se reunían para estudiar ciencias naturales.
Este grupo será mas tarde el llamado Soirées Ouvrieres, una de las UUPP mas antiguas. Las ideas de este y otros grupos quedaban plasmadas en la Cooperation des idees.
Su autor, George Deherme, considerado el fundador de la Primera Universidad Popular piensa que la sociedad del futuro será una coordinación de asociaciones voluntarias en las cuales el individuo es un elemento real.Para Deherme la democracia debe producirse en la cooperación de todas las voluntades a través de la educación.
No podemos menos que aplaudir la propuesta e inscribirnos, a nuestra manera lacaniana, en ese horizonte.
Vera Gorali

miércoles, 12 de mayo de 2010

Lo siniestro de la posibilidad de acceso a lo real - Cláusulas de clausura en la experiencia analítica

En esta ocasión presentamos el trabajo realizado en el ateneo "La práctica analítica en el Campo freudiano de Argentina desde 1980” en torno a dos textos presentados en 1980 en Caracas, publicados por la Fundación del Campo Freudiano con el título "Actas de la reunión sobre la enseñanza de Lacan y el psicoanálisis en América Latina"

Cláusulas de clausura en la experiencia analítica.

El plural de cláusulas en el título del texto de Miller, da ya la pauta de que su exposición se sitúa en un movimiento múltiple.

La primera dirección que éste toma es la de reafirmar que Lacan es freudiano -sabiendo de la capacidad milleriana para absorber y dar cuenta de lo que ocurre en el momento, no es imposible que se haya guiado por la frase que Lacan enuncia en ese sentido al inaugurar el congreso-.
En esta vertiente inicial es que Miller muestra que el pase, como concepto lacaniano, no es sin el impasse freudiano, sin esa roca de la castración que funciona como una cláusula de clausura de un análisis. Impasse que es de estructura, que no depende de tal o cual sujeto, sino del hombre que sería hombre para la mujer y de la mujer que sería tal para el hombre. Pero esa cláusula no puede sino faltar: allí, en esa falta se detiene Freud.

El segundo movimiento del autor se dirige a mostrar que ser lacaniano excluye el ser parte del post-freudismo. Ellos creen poder sostener que aquella cláusula puede remediarse, que puede construirse con una fórmula, al modo de una goma de borra genital, que eliminaría el complejo de castración.

Y allí se abre la puerta para el tercer camino de Miller -una de las dos vías regias de su texto-: Lacan avanza con pasos que lo llevan más allá de Freud y del impasse que detuvo a éste.
No hay relación sexual, y es a partir de este no hay que puede resolverse un final de análisis. La mujer no existe, y dice Miller que aquí Lacan es freudiano, aunque Freud no llegue a ser del todo lacaniano. Si no hay solución al problema del fin de análisis por lo genital -al estilo de los post-freudianos-, la habría por lo impensado: lo pre-genital.

Miller, así, se hace eco de la contemporaneidad de las lecturas del campo freudiano allí reunido: lo pre-genital es el objeto, el tapón de la relación que no hay, y el artífice de su consistencia fantasmática.
La pregunta por la necesidad de separación de ese objeto y por la del atravesamiento del fantasma, da a Miller la posibilidad de conducirse en el más importante de los caminos que recorre en este trabajo. Un camino que éste está determinado a señalizar y a hacer transitable para sus oyentes. El camino que lo lleva a plantear, desde la primera frase, que hay otro Lacan, uno que se aleja de la primacía significante, no haciendo mudo al inconsciente, sino explorando algunas derivaciones no del todo tenidas en cuenta hasta ese momento.
Un camino provocador, sin dudas, para quienes se reúnen en 1980, casi tanteando el lacanismo como práctica, como experiencia analítica. Y es en el nudo de esa experiencia que Miller golpea: primero resuelve el problema del final de análisis y luego pide barajar y dar de nuevo en lo que respecta al cómo de ese análisis. Apunta directo a la interpretación.

Sostenido en su desarrollo previo -dos páginas sobre la clausura-, dice que no la hay en el nivel de la interpretación. Noli me tangere (no me toques) del analista que se supone amo de la verdad, pero que comenzará a sospechar si, además de la retroacción semántica, se lo confronta con la metonimia de la significación. Metonimia que es del deseo y que, a fuerza de interpretar, se lo desexualiza en un jungismo del significante.
Lacan no es eso para nada, dice Miller.

Con Lacan sólo avanzamos al dar vueltas en rutinarios círculos, en esos círculos que engarzan el deseo al fantasma. Un fantasma que es la función que coordina al sujeto nómade del deseo con el objeto que lo fija. Con el fantasma, el sujeto tiene acceso a lo que le concede de ser el significante.

La tarea es quebrarlo, fracturar ese fantasma, atravesarlo para llegar a una disjunción entre sujeto y objeto; ese atravesamiento, afirma Miller, no es ya un impasse sino un más allá: es el pase.
Gabriel Vulpara

Lo siniestro de la posibilidad de acceso a lo real

La ponencia de Luis Erneta gira en torno a tres actos fallidos:
1- relato de un taxista en que una pasajera da una dirección equivocada y al llegar se sorprende e indigna, porque no es el lugar en el que debería estar pero enseguida cae en la cuenta de que se trata del lugar donde vive su ex novio. Explica Erneta para la sujeto su propio mensaje llega como volviendo desde lo real, soportado en su literalidad por el taxista, que se le aparece así como Otro absoluto. El sentimiento de horror no es ajeno a la situación, e impregna la escena .La reacción acusatoria no se hace esperar- dónde me trajiste? Revelando el plano imaginario en el que se reconstituye al modo paranoico la fractura que un instante antes amenazaba la constitución misma del sujeto
No duda en calificar la intervención del taxista de psiconalítica :”pensá bien, a vos te pasa algo” que da lugar al reconocimiento del deseo del sujeto, la anécdota relatada no deja de tener efecto de chiste, el taxista por medio de su palabra restituye lo simbólico suspendido- qué dónde te traje? Donde deseabas, a la casa de tu ex novio. Deseo transitoriamente forcluido.
2-se trata de un lapsus, también una equivocación en la dirección que una analista” casi” da a una mujer que deseaba analizarse con ella. Luego relata haberse quedado con una sensación de horror al pensar en lo que podía haber ocurrido.
La otra dirección era la del consultorio de su marido médico. La derivación viene de la supervisora de esta psicóloga.
El lapsus adquiere para el sujeto la connotación de algo así como un acto esbozado, que de haberse realizado hubiera conducido a una situación tragicómica a quién solicitaba la entrevista.
La dominancia de la construcción imaginaria es signo, aunque sea por un instante del fracaso de toda mediación posible con ese real e implica barrimiento del orden simbólico,
que promueve y mantiene la distancia entre estos dos registros.
3- Se trata de una anécdota de Freud relatada en” Lo siniestro”: situación de viaje en tren, en un compartimiento y de repente ve que se introduce en él un hombre con gorro de dormir y bata.
Cuando se dirige a él para advertirlo de su error, descubre con sorpresa que se trataba de su propia imagen reflejada en el espejo. A la sorpresa se agregó una sensación de disgusto.
Puntúa algunos elementos del relato – un movimiento temporal por el cual el sentimiento de lo siniestro surge retrospectivamente, una vez reconstituido el juicio de realidad, transitoriamente suspendido, al que se une cierta reacción en realidad cómica (jubilosa).
La finalidad del texto es trasmitir con estos relatos de estas experiencias ciertas modalidades de emergencia de lo real en el sujeto que no implican una estructura psicótica.
La aparición de la angustia sería la señal de la emergencia de lo real.
Se trataría entonces de definir y situar los parámetros que Freud puntualiza como condición de posibilidad de la producción de lo Unheimlich e inscribir dicha condición en el marco más abarcativo de una teoría del sujeto, restringida a su constitución.
Erneta propone a modo conclusivo: “podría pensarse una posición constitutiva nunca del todo superada, en el sentido freudiano, que seria la matriz de lo que en el, orden del hecho psicótico nombramos como” forclusión”, y que nos ubicaría ante un mecanismo que es normal en todo sujeto…”
Ana Larrosa y Marta Peña

lunes, 3 de mayo de 2010

SELECCION MENSUAL DEL JOURNAL DES JOURNÉES 5

Editorial

Las Jornadas de la ECF (Escuela de la Causa freudiana ) en París, que tuvieron lugar a principios de noviembre de 2009, marcaron un nuevo camino para el psicoanálisis.

Jacques-Alain Miller, director de las mismas, hizo soplar aire fresco sobre la modalidad habitual de presentación de trabajos y además abrió las puertas a los que se dio en llamar “recién llegados”, es decir a los que todavía no son miembros de la Escuela.

Los “recién llegados “ pudieron así escuchar a analistas que, en posición de analizantes, relataron breves tramos de sus análisis, algún sueño particularmente recordado o una interpretación inolvidable.

¿Qué lógica rigió esta convocatoria inédita?

Poner de manifiesto desde qué lugar hablaba cada uno, en lugar de las habituales presentaciones del analista que muestra su práctica por medio de un caso clínico, con el rigor que exige el esfuerzo de reducción a lo singular de esa cura o del estudioso y erudito que amplía las referencias transitadas, o aún, del siempre atento a las últimas publicaciones internacionales a fin de mantener abiertos los surcos de lo contemporáneo.

Mini-pases a cielo abierto del “procedimiento del pase” creado por Lacan para quien desee testimoniar del final de su análisis, que el Journal des Journées puso al debate y que intentamos dar a conocer a la comunidad. La Selección Mensual se da así el propósito de mostrar la eficacia del “pase en la Escuela” a la hora de nominar sus analistas.


Vera Gorali


Un nuevo concepto para las 38º Jornadas


Journal des Journées Nº 1

La Escuela de la Causa freudiana estrenará en noviembre próximo un nuevo concepto de sus Jornadas, que serán las número 38. Es una novedad, y es una experiencia en el sentido de experimentación. Es decir que no podríamos prejuzgar su resultado, éxito o fracaso. Hay riesgo, no hay rutina en ello. Por lo tanto, al menos no corremos el riesgo del aburrimiento.

Sin embargo, no es una tentativa gratuita y caprichosa, sino un ensayo reflexivo, y que articula varios elementos inéditos.

Primer elemento: la sorpresa

La Escuela tenía la costumbre de entregarse cada año a una vasta y multiforme campaña de « preparación de las Jornadas ». En todas partes, en París y las provincias, veíamos zumbar las colmenas de las ACF con una actividad tan entusiasta como metódica. Innumerables abejas iban a recolectar su néctar en miles de flores para llevarlo a la comunidad, bajo el impulso de una dirección única y vigilante. Se laboraba el tema en todos los sentidos en reuniones llamadas preparatorias, cavando profundos surcos en la problemática. Una batería de publicaciones acompañaba este esfuerzo grandioso de aprendizaje y de formación.

Un comité científico enmarcaba, juzgaba, rectificaba con anterioridad las producciones. Cuando llegaba el momento de las Jornadas, todos estaban familiarizados con el tema, y podían seguir las exposiciones con conocimiento de causa. De este modo, las Jornadas fueron desde hace casi treinta años un factor poderoso de unificación para la Escuela, sus miembros, sus afiliados y su público, un vector, como decimos, que polariza las enseñanzas: y llegado el caso, con alegría por los hallazgos: “¡Eres tú, soy yo, somos nosotros, todos juntos, y viva por nosotros”! La Escuela verificaba cada año que se parecía a sí misma. Faltaba un solo elemento, era sacrificado, la sorpresa. Pero frente a los beneficios que traía la empresa, no era nada, parecía.

Y bien, llegó el momento de darse cuenta que esa nada vale por todo el resto. No, no se trata de censurar ese pasado honorable al que la ECF le debe mucho, sino por el contrario, apoyarse en lo que fue adquirido para restituirle a las Jornadas el carácter de un acontecimiento. Nuestras Jornadas eran hasta ahora la conclusión lógica, y el punto de capitón de un largo desarrollo continuo y ordenado. ¿Y si fueran de ahora en más un tiempo de ruptura, el momento fecundo de una súbita producción aleatoria, la colisión de las así llamadas reacciones espontáneas que toman desprevenido, no solo al público, sino a los mismos oradores? ¿No estaría ésto más próximo de aquello que el método psicoanalítico pone en juego en la búsqueda de la verdad?

Por supuesto, algo se perderá en la operación, pero es así, no se gana nunca en todos los marcadores. Y cuando se ganó durante mucho tiempo en uno, la tasa de beneficio tiene tendencia a bajar, y llega el momento en que se anula, y donde hace falta especular en otro. Al menos esa es la apuesta.

Segundo elemento: la estructura única

Hace tiempo, en los comienzos de la Escuela, en 1981, las Jornadas se desarrollaban de un punto al otro ante la Escuela entera: sólo había “sesiones plenarias”, no había “salas simultáneas”. En ocasión de las 4as Jornadas, en las que aseguré la co-dirección, fijé el módulo que continúa hasta hoy para las plenarias: una hora, un presidente, dos intervenciones de 20 minutos, el último tercio para la discusión. Poco después, fue necesario decidirse a introducir las salas múltiples: la Escuela creció, sus miembros desean intervenir frente a sus colegas, no se podía discutir en mesas plenarias, se sacrificó la unidad por el número. Pero debemos señalar que ningún módulo fue jamás establecido para esas salas simultáneas: duración, presidencias, discutidores, número de intervenciones, todo fue dejado siempre librado a las circunstancias... Además, como las Jornadas se desarrollaban invariablemente en el Palacio de los Congresos, y se alquilaba la “Sala Azul” por dos días, cuando llegaba el momento de las salas simultáneas, figuraba como una de tales, siendo que aplastaba a las otras por su tamaño. El resultado habitual era un alegre desorden en las simultáneas, a menudo abarrotadas de intervenciones, y a menudo abandonadas por el público, lo que producía una cierta decepción, rápidamente taponada, por otra parte, por la viva affectio societatis que continúa siendo lo propio de las asociaciones del Campo freudiano y las hace singular entre los grupos psicoanalíticos. Finalmente, último disfuncionamiento regular, la asistencia de las plenarias se tornó tan numerosa que desbordó dicha “Sala Azul”, que no llega a 900 lugares.

La primera vez, se agregó a toda prisa una sala de circuito cerrado de televisión, luego esto se volvió habitual, luego se agregó una segunda, también regularmente, y esto para alojar un público que terminó por alcanzar y luego superar los 1500.

Todo este esquema de organización debía evidentemente repensarse desde hacía tiempo pero la permutación de las instancias directivas de la Escuela como esta, aún más rápida, de las instancias propias de las jornadas, a la que se agregaba la necesidad de reservar las salas con más de un año de antelación, hizo que la organización permaneciera intocada

en el curso del tiempo – un pequeño cuarto de siglo. Y luego, reconozcamos que eso no le molestaba a nadie: el tiempo transcurrido volvió venerables a estos disfuncionamientos mismos, y el leve malestar que podía sin embargo manifestarse, el sentimiento difuso de una cierta incomodidad, todo esto formaba parte de la atmósfera, de la Stimmung de estas Jornadas, que se quería encontrar parecida a sí misma en cada ocasión.

Director de las 38 Jornadas, no imaginaba reconducir a lo idéntico este esquema obsoleto desde hace mucho tiempo. El Directorio presidido por F. H. Freda ratificó la reconfiguración que le presenté en noviembre último; la tesorera, D. Miller, supo obtener de la administración del Palacio de los Congresos la anulación de las reservas efectuadas hacía tiempo, y a costa de un cambio de fecha, esta administración liberó locales que permitirán poner en marcha el nuevo dispositivo.

Estos son los tres componentes mayores:

- el módulo único : el mismo módulo valdrá para todas las intervenciones, ya sea que se desarrollen en mesas simultáneas o plenarias. Es como lo dije, 1 hora, 1 presidente, 2 intervenciones, 1 discusión; y sin discutidor: es el presidente quien presenta las dos intervenciones, quien las comenta luego, y quien en las salas simultáneas, lanza la discusión

- en la sala plenaria, dialoga con los expositores. Este recorte de horario se impone, siempre el mismo, al conjunto del programa, independientemente del lugar asignado finalmente a tal o cual exposición: hay separación de las coordenadas temporales y espaciales, lo que permite a los lugares encontrar su identidad propia, y casi-tautológica, es decir:

- una sala plénaria verdaderamente plenaria: si debe haber sesiones plenarias, entonces que la sala aloje a todo el mundo. Se terminó la “Sala Azul”. Alquilemos una sala capaz de alojar al menos 1500 personas;

- salas simultáneas verdaderamente simultáneas : es decir, tan numerosas como sea posible, y de capacidad comparable. Por lo tanto, allí tampoco “Sala Azul”.


Es un hecho feliz que el palacio de los Congresos haya podido satisfacer, y sin costo extra, estas demandas inéditas. Funcionarán no menos de ocho (8) salas simultáneas similares. En cuanto a la sala plenaria, será el Gran Auditorio situado en la planta baja, que ya había alojado el último gran Encuentro internacional del Campo freudiano que se realizara en París, antes de que esta serie se divida en dos, para dar nacimiento a los Encuentro latinoamericanos, por una parte, y a PIPOL, por otra. Las simultáneas serán alquiladas por una jornada entera, y lo mismo con el Auditorio. Por lo tanto, en lugar que el sábado como el domingo impliquen plenarias y simultáneas, para las 38 Jornadas las cosas serán zanjadas: el sábado será El Día de las Ocho Salas, el domingo El Día del Auditorio.

Los horarios previstos son de 10hs a 13 hs, y de 15hs a 18hs, podemos notar la enorme capacidad de absorción y de producción de esta máquina nueva: 108 intervenciones, y 54 presidentes, que forman 54 secuencias formalmente semejantes. Quisiéramos a un Charles Fourier para celebrar dignamente lo impecable de este orden invariable, verdaderamente alveolar, que permanece de este modo conforme al espíritu “colmena zumbadora” de la ECF Pero lo que hay que ver bien, es que como lo sabemos por el funcionamiento mismo de un análisis, por el matema del discurso analítico, la red apretada de una estructura es precisamente la condición de cualquier sorpresa.

Elemento 3 : tengo ahora que hablarles del tema, que ustedes conocen, ¿Cómo se vuelve uno analista en el siglo XXI?. ¿Cómo atraparlo, ese “Cómo”? ¿Cómo fabricar con todos estos bártulos algo que para nosotros constituya un acontecimiento? Como se hace tarde, y he sido más largo de lo que creía al comenzar, dejo esto para mañana, o para el 3. Después de lo cual, esperaré recibir contribuciones, que publicaré con gusto en este nuevo Diario de las Jornadas. Aparecerá aperiódicamente hasta el sábado 7 de noviembre próximo. ¿Contribuciones sobre qué? Sobre ese famoso “¿Cómo?”, por supuesto, pero concebido de manera extensiva: nada psicoanalítico nos es extraño, y nada de lo que respecta a este trasto del siglo XXI, que es nombrado en el título.

Continúa en el proximo número.


Journal des Journées Nº 2 - Editorial

No, no se trata todavía de la continuación prometida sobre el tema de las Jornadas. He vuelto a toda prisa a París para hacer el afiche – con algunos seis meses de retraso en relación con el calendario habitual, pero en dos horas de agitación febril en el atelier. Está hecho. Podrá notarse que este afiche tomó forma en torno del plus de gozar- ¿por qué esconder que me gusta lo impreso, la tipografía, poner sobre la página, las formas voluptuosas de las letras? Utilicé para el afiche la grilla original que concebí para la cubierta de LNA-Le Nouvel Âne. Ustedes recibirán la prueba por mail, con el número 3 de este Diario, bajo la forma electrónica llamada pdf. Estará impreso la semana próxima, y espero que los

miembros y los amigos de la Escuela se ocuparán de ponerlo en las paredes de las instituciones donde ejercen. En este número 2, he ubicado por orden de llegada, las tres primeras contribuciones que he recibido luego del número 1. Les ruego crean que no las he solicitado de ningún modo. Sin embargo son otras tantas interpretaciones del tema de las Jornadas. La sabiduría de las naciones dice que no hay que ir más rápido que la música. Creo todo lo contrario; siempre ir más rápido que la música.


Post Scriptum

D. Miller corrigió la información que me había comunicado, no son ocho, sino nueve salas de las que dispondremos simultáneamente el sábado 7 de noviembre, para el primer día de las Jornadas. Si agregamos el Auditórium del domingo, resulta de ello que el programa incluirá 120 intervenciones, de 15 minutos cada una (20 máximo absoluto) que movilizarán 60 presidentes, es decir 180 participantes activos. Hasta el presente, todos esos lugares están libres, con excepción de la primera, reservada, como se debe, al Presidente de la Escuela , F.H Freda. A partir del lunes próximo me dedicaré al trabajo de componer ese programa, a partir de las propuestas que me serán hechas desde ahora (asunto JORNADAS NOVIEMBRE), y de los pedidos que haré por teléfono y por mail, sobre la base de la grilla preparada con el Directorio. La Escuela espera que cada uno haga su deber – y no hará historias. Por su parte ella no ha puesto al trabajo ningún “comité científico” que asegure un filtro, y dando de este modo la garantía de la Escuela. Ni filtro, ni garantía. Por lo tanto, cada uno a su riesgo – y Dios para todos, por supuesto,… salvo que el Otro no existe. No digo que sea siempre necesario y en todas partes hacer así, pero para esta vez, el concepto de estas Jornadas – o más bien, su director…-quiere esto.


Journal des Journées Nº4

¿Es verdaderamente necesario que presente el tema y cómo hacer uso de él? Tengo la sensación, e incluso las pruebas, que esto ya fue bien comprendido. Los tres pequeños textos dan testimonian, y las propuestas que me llegan desde hace tres días. Espero no olvidar a nadie (caso contrario que me lo señalen, la presente lista fue detenida el domingo a medianoche) Sonia Chiriaco da un vistazo a su análisis, bajo el título Retorno al futuro anterior; Clotilde Leguil quiere narrar y analizar la mutación súbita de su relación con el lenguaje; Didier Guénardeau, su encuentro con el silencio; Dominique Heiselbec, un sueño donde la escritura, dice, se le aparece como “una suplencia a la forclusión del sexo femenino”; Françoise Haccoun “un momento de control” que le permitió “franquear el pasaje al analista”; Philippe Chanjou su “recorrido analítico, desde el punto de vista de la angustia”; Carole Dewambrechies-La Sagna, el sentido de un “sueño en Lacan”; Anne Ganivet-Poumellec el efecto de una itnerpretación cuyo enunciado era : “¿Qué es el imperativo?” Agnès Aflalo quiere analizar uno de sus actos fallidos, apuntando Arrabal y testimoniando del funcionamiento del “inconsciente después del análisis “; y Laure Naveau, un fenómeno de cuerpo que la dejó pasmada, surgido después de su pase de Analista de la Escuela; François Leguil me comunica su título, Las seducciones paradojales de un Bildungsroman; y Pierre Stréliski el suyo, “Sin título”. ¡Siempre astuto!

No, no es el pase para todos. Estos textos están hechos para ser pronunciados ante un público general –no sólo para beneficio de dos pasadores y por su intermedio, para una comisión de especialistas. Cuando se hace el pase, no se está o se está menos en representación, se es más indiscreto sobre sí mismo; y la obtención de un título está puesto en la balanza. No será el pase generalizado en estas Jornadas, sino la recopilación, amplia y aleatoria, de una centena de testimonios, que refieren fragmentos, resplandores y relámpagos de análisis, momentos de trasformaciones, fulguraciones inopinadas, que abren para el sujeto a un mundo nuevo, o al menos, develando en el mundo antiguo una fisura por donde se desliza para considerarlo como exterior.

No se trata de una encuesta sociológica; no hablamos de carrera, formación, instalación, institución, redes, clientela, medios de llegar, posición adquisición de un saber hacer, de destreza, de un “knack” clínico. Uno se vuelve herrero, herrando, pero no es analizando a los demás como uno se vuelve analista – contrariamente a la ilusión que favorecieron durante un tiempo nuestros excelentes CPCT – uno se vuelve a lo sumo, y en el mejor de los casos, “un buen profesional”, un buen clínico, sabiendo apretar los botones.

Volverse analista, en el sentido que está aquí en cuestión, concierne a un estado especial del sujeto, de una aptitud adquirida, si queremos, pero resultante de la operación psicoanalítica, cuando se entra en ella, y se perdura allí, como analizante.

Se trata de una condensación, contracción, de la libido, tal que toma progresivamente consistencia, se desprende, y luego se aísla, su núcleo de goce, llamado objeto a minúscula. Este a minúscula nuclear gana en densidad a medida que los significantes son aligerados (desinvestidos) de la carga libidinal propia de cada uno, la cual, liberada enfila hacia el núcleo, y agrega allí su quantum. En el término ideal del proceso, se realiza la separación: lavados, redimidos, limpios de goce (siempre un poco sucio el goce, innoble, abyecto…), los significantes están listos para servir a más elevadas operaciones, entre ellas la matemática es el nec plus ultra, el objeto a cesa de obstruir lo mental del sujeto, se vuelve disponible como instrumento de las curas, que sostiene para los analizantes, de su a minúscula en devenir.

Este « pase » encontrado entre todos los escollos es por supuesto, una ficción reguladora.

Primeramente hay sujetos capaces, de algún modo, naturalmente, de jugar con el significante matemático, incluso si como para todos, tiene también para ellos su cara patemática – ¡y cómo! De allí el Wunsch confesado por Lacan, que sería hermoso que nadie entre aquí que no sea geómetra – dicho de otro modo, que se exige del analista en esperanza “un don tal que se tamice el acceso a la matemática, si ese don existiera”.

Estamos lejos de ello.

Luego, la limpieza siempre queda incompleta, parcial, tarea infinita. Eso, eso nos conoce. El vientre donde se forman los síntomas es aún fecundo. “Restos sintomáticos”, dice Freud, que recomienda autoanálisis permanente y tramos de análisis periódicos. Lacan, el inventor del pase-unavez- por-todas, evoca un “contra psicoanálisis” para volver a darle, si puedo decirlo, viento a las velas, y construye el concepto de un más allá del síntoma. Esta construcción consiste en integrar al síntoma su resto ineliminable – de allí su llamado a un significante nuevo, aunque muy antiguo, el “sinthoma”. ¡O Goce! “El mar, el mar siempre recomenzado…” Por lo tanto, hablamos modestamente de un sujeto que se revela apto para analizar, y no de un “ser analista”, que no es más que infatuación. Freud y Lacan acuerdan muy simplemente en pensar que el ejercicio de la función de analista exige permanecer en el análisis de su inconsciente – en el lugar (o al revés…*) del sujeto supuesto saber. Para ello es necesario que persista, luego de la cura propiamente dicha, una transferencia a un Otro, que dé su soporte a la tarea. La naturaleza de este Otro está encarnada de manera diversa.

Para Lacan, era Freud, la mirada de Freud –una mirada no forzosamente condescendiente, en vista de los trabajos de renovación y embellecimiento a la francesa emprendidos por el sucesor – que bajo otro ángulo, son tantas depredaciones. El podía pensar que Freud era demasiado “Dios celoso”, y también que su gusto era a la vez demasiado clásico alemán y demasiado kitsch, para apreciar su genio barroco y geómetra. De allí el tinte ligeramente hostil de su transferencia con Freud.

La misma necesidad de seguir siendo analizante, se ve en nuestros desdichados colegas, que parasitan incesantemente el acto psicoanalítico con una práctica verdaderamente frenética, desesperada, del análisis de su “contratransferencia”. Ellos están discapacitados por su transferencia negativa con Lacan. Qué pena que, en el conjunto, más allá de algunas excepciones (pienso en mi amigo Horacio Etchegoyen), se hayan contentado con dar a esta transferencia que podría ser tan fecunda esta forma inepta: “No la pifiamos, nosotros tenemos razón”. Los lacanianos permanecen ocupados en explotar los ricos filones de una enseñanza sin igual, es muy de ellos, los “ortodoxos”, que podíamos esperar que relancen la dialéctica del movimiento psicoanalítico, con una crítica asidua e informada de las elucubraciones de Lacan. La tarea queda por lo tanto en nuestras manos.

El Otro indispensable para leer el inconciente del que somos sujetos, se encarna…donde quiere. Pero en fin, es necesario uno o varios cuerpos, presentes o ausentes, vivos o muertos. Un cuerpo social, un Leviathán como una Escuela, representa esto bastante bien..

Era al menos la ambición de Lacan para la suya, cuando hacía de ella un sujeto supuesto saber, como testimonia la cubierta de su revista: “Scilicet– tú puedes saber lo que piensa la Escuela Freudiana de París”.

Y bien, estas Jornadas de noviembre, en el gran desorden azaroso que se anuncia, serán el Scilicet de la Escuela de la Causa Freudiana – no sobre el “ser analista”, que no existe, sino sobre “el devenir analista”, que eso sí insiste. Y será tanto más el acontecimiento de la Escuela cuanto que ni las entradas, ni las intervenciones estarán reservadas, lejos de ello, solo a sus miembros. Es decir, que la Escuela en efecto se vuelve responsable para lo mejor y para lo peor, de las consecuencias que engendra en las cabezas y en los corazones si puedo decirlo.

Esto no significa de ningún modo que garantice en lo más mínimo la pertinencia de lo que se enunciará en esta ocasión. Cada uno se expresará a su propio riesgo (este principio está inscrito en los estatutos de la Escuela). No hay “comisión científica”. En psicoanálisis, para Jornadas públicas, ¿quién no sabe que sería ampliamente falso? Para que no lo sea, sería necesario… hacerlo de otro modo. Pensarlo para el futuro, ¿por qué no? Pero esta vez, bastará que no sea todo y cualquier cosa.

Por lo tanto, será necesario un filtrado. Pero me prometo hacerlo tan benigno como sea posible, y dorar la píldora a los eventuales rechazados.

Continuará


Jacques-Alain Miller

*N de T : à l´ endroit: juego de palabras entre “en el lugar de” y “en el derecho”


Un momento de extrema extrañeza

Estimado JAM, le envío un pequeño texto como contribución al Diario de las Jornadas; apenas leída su presentación y su oferta, me pareció evidente y urgente escribir algunas líneas

Hacía ya algún tiempo que el deseo de comenzar una práctica de analista me atormentaba bajo un modo aún demasiado neurótico: ¿no era acaso una impostura atreverme a franquear ese paso? En resumen, entre duda, temor y deseo, la oscilación no me permitía decidir claramente. Fue entonces cuando recibí un llamado del que no pude escabullirme; este hombre quería a toda costa verme porque yo era “lacaniano”, me dice por teléfono. Consentí a ello, no sin algún momento de vacilación. Este encuentro fue un momento de extrema extrañeza, debido sin duda en primer lugar a su aspecto inhabitual: su facha de cristo (barba hirsuta, mirada exaltada) se envolvía en un abrigo lleno de barro; me explicó inmediatamente que viniendo a verme, una voz le había ordenado que arrojara su abrigo en un charco, pues no era digno en absoluto de presentarse limpio a nuestra cita. En seguida se me presentó la problemática radical del psicótico. Muy lejos del acto fallido del neurótico, era el demasiado real de la lengua lo que venía en primer plano, y apelaba a un tratamiento sin dilación. Me precisó que para él, el “lacaniano” con el que soportaba su demanda provenía de lo que sabía de Lacan: “el hombre de la lengua”, según su expresión.

Concluí en acto que no había tiempo para una dilación y que no tenía otra elección que hacerme partenaire del goce paradojal de este sujeto: tratar la lengua con la lengua. Esto le permitió una pacificación segura; en particular en su relación a sus voces.

Por mi parte, fui de algún modo aplicado al lugar del analista, no sin haber consentido a ello, por sorpresa, pero no sin la estructura. Quedó de ello para mí una consecuencia que no ha cesado: si este encuentro fue para mí la ocasión de franquear ese paso hasta entonces incierto del deveniranalista, el orientó desde entonces mis trabajos prioritariamente sobre la cuestión del tratamiento de los psicóticos, y de lo real de la lengua que esto implica.


Jacques Borie

Journal des Journées Nº 2

3 de septiembre de 2009


Bonita apuesta

Pongámonos, en estas Jornadas, a la hora de la sorpresa, sabiendo que la mayoría de las decisiones son vividas como demasiado tardías. No es una razón para no tomarlas.

Ésta me permite saber porqué el título de estas Jornadas hacían que me rasque sin las cosquillas. Sin duda soy demasiado heideggeriana: el “sé” mata la sorpresa, que remite a un camino ya trazado.

Felizmente Jacques Lacan encontró el espíritu freudiano: la noción de camino obligado, de cursus, y la del análisis llamado didáctico con sus aparatos de bien necesarios y otras infatuaciones. Ver el texto mordaz de los Escritos. Extraer de allí las consecuencias.

Un análisis no está preprogramado, reserva sorpresas.

No hay prejuicios, no hay ideal tampoco. El pase no es uno, no prejuzga nada, ni siquiera no volver al trabajo de analizante, por un pequeño tramo, aquí , allá.

La pregunta sería al menos doble. ¿Quién es analizante, quién entra en análisis actualmente, y que puede producirse allí? A la primera, numerosas respuestas, caso por caso. Declino algunas, que puedo ver (sin saber nada de eso)

-Están los que creen hacer un análisis, y no lo hacen, porque aquel que pretende permitírselos no se lo permite. No hay análisis sin analista. La cuestión deviene: habría que demostrar que el “acto” verifica que alguien tuvo el lugar del analista. El caso es que no todos aquellos que quieren hacer un análisis tienen la oportunidad de encontrar a ese alguien.

-Están los que sufren y que tienen el coraje de no complacerse en ello, de ponerse

al trabajo analítico, lo aprenden. Saborean seguramente, y van a saborear aún más de otro modo, ese trabajo tiene efectos, y no veo porque los analistas se ruborizarían diciendo que son de curación, dado que en medicina que tiene que ver con curar, un enfermo no deja de ser por ello menos mortal; la mejoría, la satisfacción de la que se trata, no equivalen ni a la ataraxia, ni a alguna “normalidad”, ni a una salud mental, … ni…ni.

- Están los que toman el gusto a ese trabajo, que se les vuelve indispensable, hicieron bien en decidirse, a veces por necesidad estructural, a veces por debilidad (¿cuándo?), a veces por otras vías.

- Otros consideran en determinado momento que han terminado, puede ser algo provisorio o definitivo lo que no implica poner al trabajo su inconciente, enseñando por ejemplo, pero hay otras maneras, a explicitar también, entre ellas, después de todo, analizar a los demás.

No existen los que hacen un análisis por pura curiosidad intelectual, ni para encontrar su camino profesional, vuelta a la casilla del comienzo. Están los que no se deciden a ponerse al trabajo de analizante. ¿Están equivocados? La equivocación, como cada uno sabe, mata.

Sin duda entre ellos, muchos ceden sobre su deseo. No todos, algunos se las arreglan sin saber cómo.Miden las contingencias que se los ha permitido, los encuentros, las ocasiones fallidas, y aquellas logradas.Miden las contingencias que se los ha permitido, los encuentros, las ocasiones fallidas, y aquellas logradas.

-Si el psicoanálisis es precioso hoy, es por ser intempestivo, por preservar de las recetas, de los programas, por apreciar lo inesperado y lo anodino, y por acogerlos sin dañarlos, por tener tacto frente a lo más secreto, dando cuenta de ello con justeza y por medio del detalle singular. Racionalista de otro modo, resta poético.

Encontrar las sorpresas, bonita apuesta. No consuelan, ni evitan la vanidad de lo que constituye la sal de la vida, una pequeña nada, decisiva.

¿En qué?


Judith Miller

Journal des Journées Nº 2

3 de septiembre de 2009


Mosca del cochero

Lo que me surge como respuesta a la pregunta del “como”, Jacques- Alain, es que “psicoanalista” determina a este “cómo”.

Me explico. Un hombre a quien le preguntaba cómo se había vuelto arquitecto, me habló de la dificultad hoy para realizar una misión para la cual se siente uno destinado. Me sorprendí: no evocaba sus estudios, su formación, ni la cuestión de los recursos financieros, intelectuales, prácticos, que eso suponía. Ponía por delante espontáneamente, su compromiso subjetivo, el sentimiento del destino. Su interpretación singular de ese “oficio” de arquitecto asociaba este a una misión. El “cómo” depende de su interpretación de lo que es ser un arquitecto.

¡Y bien! me parece que el “cómo” asociado a “psicoanalista” depende de la interpretación muy singular que cada psicoanalista hace de esta – yo no diría “misión”, y tampoco “oficio” – de esta “posición”. Uno se posiciona como psicoanalista con los psicoanalizantes, y con una cierta mirada sobre la vida. Lo que me hacía decir recientemente que los psicoanalistas no duermen. Son insomnes. Un efecto de esta posición de analista.

Una palabra sobre mi propio « cómo », que tiene que ver por otra parte con el insomnio.

Siendo niña, se me reprochaba “dar vueltas como una mosca” (faire la mouche du coche). Era un leitmotiv de mi madre. Nunca estaba en mi lugar, molestaba, muchas veces querían espantarme – para decirlo familiarmente. Como la mosca que molesta al cochero, y le impide avanzar tranquilamente, proseguir su camino.

“Mosca del cochero” hacía eco a mi “posición” en el deseo de mi madre, a la que molesté naciendo, luego existiendo.

De esta posición de molestia a la de psicoanalista, existe la marca de lo que Lacan llamó lo real, para mí. Una posición que molesta, pero esta vez, calculada y deseada


Dominique Miller

Journal des Journées Nº 2

3 de septiembre de 2009


Mi sueño con Lacan

Lo fastidioso, es que la generación del 68, no es más que por una vez. Y el encuentro con el Lacan de carne y hueso, es Nevermore – hasta el Juicio final. El inconciente, que no conoce el tiempo, tiene dificultad, lo hemos visto, en hacerse a la idea.

Es cierto que el inconsciente tiene dificultades para hacerse a la idea de que Lacan ha muerto. A modo de ejemplo, va este sueño y su après coup, once años después.

La noche previa a tomar el avión para iniciar mi penúltimo análisis tengo el siguiente sueño:

Estoy en el consultorio de Lacan, en la sala de espera. Conmigo están algunos analistas conocidos y, por supuesto, Gloria. Es mi primera entrevista. Finalmente, me encuentro frente a Lacan y le digo “Estoy planeando volver a vivir a Buenos Aires, pero dudo.” Lacan, risueño, enfático, me responde “¡¡Pero eso es un diagnóstico de estructura!!” Yo agrego “Sí, pero además fui una desaparecida”. Lacan, con expresión grave, dice entonces: “Ah! Eso es otra cosa.” Se levanta y corta la sesión.

Despierto angustiada.

Esto fue en el año 1985. Lacan ya llevaba muerto cuatro años. Yo nunca había estado en su consultorio y sólo lo había visto en persona en el Encuentro del Campo Freudiano de 1980, en Caracas.

Cuando al día siguiente encuentro a la que sería mi analista, le cuento el sueño y hago hincapié en el “diagnóstico de estructura” que me hacía Lacan, “respondiéndome” así a una pregunta que me acompañaba desde los veinte años, cuando inicié mi primer análisis. “Eso está por verse”, contesta ella con un gesto de desdén.

En 1996, y en el transcurso de mi último análisis, tengo otro sueño. Estoy en un departamento con un hombre. Se escucha el ruido del ascensor que sube. Van a descubrirnos. Retrocedemos hasta llegar a un balcón. Ya no hay donde esconderse. Se abre la puerta. Fin del sueño.

“¿Quién sube?”, pregunta mi analista. “Es la esposa, respondo, pero está vestida con mi impermeable”. El analista corta la sesión.

A la salida, concluyo: “¿Quien sube? Es el Otro, pero rebajado a mi semejante”

A la sesión siguiente le cuento mi conclusión a mi analista, que la celebra.

El “diagnóstico de estructura” que obtuve a partir de ese “¿Quién sube?”, diagnóstico que quedó en suspenso durante tantos años llevándome a menudo a resignarme a ser una “histérica sin síntomas”, me permitió identificar el sufrimiento que me infligían mis pensamientos y la angustia que me suscitaban los “capitanes crueles” con los que lidiaba diariamente.

Si me refiero a estos dos sueños ahora, es por la función que la puesta en forma del síntoma y la localización de la estructura clínica (¡tan demodée!) tuvieron para mi análisis. Y por sus efectos imborrables de formación.

Esto no agota, por cierto, la segunda parte de aquella sesión inolvidable con “Lacan l’inconscient” y lo traumático que retorna en el segundo sueño: el ruido del ascensor y el “van a descubrirnos”. Pero eso es harina de otro costal.


Graciela Brodsky

Journal des Journées Nº 13

17 de septiembre de 2009

SELECCION MENSUAL DEL JOURNAL DES JOURNÉES 4

Editorial

Continuando con el procedimiento del pase, en este número nos ocuparemos del pasador, tercer elemento del trípode que “aseguraba su rol”, según la propuesta que encontramos en la Nota Italiana de 1973, donde Lacan sugiere al grupo italiano que las admisiones de analistas sean por la vía del pase.

¿Quién lo designa y por qué? Los AME (Analistas Miembros de la Escuela), entre sus analizantes. La designación supone que el elegido está en un punto de su análisis cercano a la terminación de la experiencia, habiendo ya franqueado un tanto los límites de no saber acerca de lo incurable de su sínthoma, pero sin haberlo formalizado aún.

¿Cuál es la función de un pasador? El pasador tiene a su cargo la tarea de entrevistar al pasante las veces que considere necesarias hasta recoger su testimonio acerca de qué le hace pensar que ha concluido su análisis. Luego “hace pasar “ ese testimonio a uno de los dos carteles del pase que nominan al candidato.

El pasador se entera de su nueva función al ser sorteado entre una lista (que no se da a conocer) y recibir el llamado de un pasante para poner en marcha el procedimiento, concluido el cual, concluye también su función.

Vera Gorali


La voz de los pasadores

El debate recientemente abierto alrededor del pase en el JJ, se inscribe a continuación de las consecuencias de las últimas Jornadas de la Escuela. Se verifica entonces que la corriente del deseo que emana de aquellas, agujereó nuestros habituales intercambios en relación al psicoanálisis en intensión, permitiendo así a otras voces hacerse escuchar, a otras que las de los AE o miembros de los carteles.

Entre algunas de ellas, las de dos pasadores se elevan, dos mujeres, quienes avanzan y dicen a voz y grito en el JJ N°58 cómo el pase, desde su posición, les aparece ser “pesado y opaco”, envuelto de un hábito “intimidante y secreto”, según la expresión de Dominique Heiselbec. A su vez, Jeanne Joucla hace valer por sus propósitos la soledad y el silencio que envuelven el trabajo de los pasadores, señalando con toda razón, que los textos que tratan de la cuestión relativa a los pasadores “datan del muy principio del pase” en la Escuela.

Tendríamos que tomar muy en serio las cuestiones suscitadas por nuestros colegas. Hubo una época, es cierto, en donde en la Escuela se hablaba de pasadores, de su función, de su responsabilidad en tanto placa sensible y pieza fundamental del dispositivo. Me pregunto si, con el tiempo, no dejamos a los pasadores excluidos de una conversación que tendría que tener lugar, a fin de que no carguen solos una carga de la cual nadie a partir de entonces subraya la importancia y lo que está en juego.

El pasador encarna en relación al pase “su esencia misma”, además “es este pase”, según la primera versión de la “Proposición” dada por Lacan.

Es tiempo para nosotros de debatir sobre la cuestión de los pasadores, sobre su introducción en el dispositivo, hacer valer lo preciado de su función, y también destacar las facetas de su funcionamiento. Para nosotros llego el momento de expresar lo que esperamos de ellos. ¿Cuáles son los pasadores que la Escuela quiere ofrecer a los pasantes para la recepción y la transmisión del testimonio?

Si el pasador es aquello quien “es este pase”, entonces el pasador está supuesto de ser habitado por la pasión de la ignorancia, que lo empujaría a querer saber un poco más. Un pasador curioso que se hace preguntas justas y pertinentes, un pasador que busca el detalle, el “divino detalle”, un pasador que hace prueba de un espíritu de “fineza”, y que en ningún caso, limita su función a la toma de notas. La función del pasador no se puede confundir con aquella de la cámara de grabación.

Con el transcurso del tiempo, los pasadores se encontraron aparentemente en su soledad afectados de inhibición. Es por mi reciente experiencia de los carteles del pase que se me ocurrió esta reflexión.

Aplastados por toneladas de notas tomadas durante el testimonio, están habitados por la ansiedad de deber hacer pasar en poco tiempo una cantidad considerable de sueños, fechas, ciclos, periodos, datos de la novela familiar, a veces muy complejas, y recorridos que incluyen a veces varias secuencias de análisis cumplidas con varios analistas. La preocupación por la exactitud los puede llevar a no poder despegarse de sus notas.

A su vez, reciben muy a menudo un testimonio escrito por el pasante quien se los lee. Frente al cartel, al pasador le toca leer las notas que tomó a partir del texto del pasante. Por este hecho, el texto llega al cartel, usado, cerrado, chato y sin soplo. El cartel intenta hacer salir a los pasadores de esta rutina, pero consiente la mayoría de las veces, en recibir y retranscribir a su vez el testimonio que sigue palabra a palabra el texto escrito.

Podría ser entonces que ésta prevalencia tomada por el escrito en el procedimiento del pase sea un elemento que contribuya a su mortificación, haciendo obstáculo a la transmisión de lo más vivo y de lo más auténtico de lo que se transmite, ahogando la enunciación del pasante. Lo que se pierde ahí en el transcurso del testimonio, es su enunciación. Si la posición de enunciación no aparece ahí, el cartel apesadumbra en restituirlo y en encontrar las aristas de lo que escuchó.

Vivificar el pase, darle un nuevo soplo, destacar la fuerza y la potencia de un decir articulado a un deseo que se hace voluntad, pide liberar la palabra que circula en el dispositivo, liberarla de su traba de inhibición, y para eso es urgente arrancarlos del dominio de lo escrito para que los pasadores hagan escuchar una voz.


Esthela Solano-Suarez

Journal des Journées Nº60

20 de noviembre de 2009


El chiste y la invención del pasador

Me planteo una cuestión. Decir, como lo hace Lacan, que el pase tiene la estructura del chiste y que el pasador es el pase, implica que el momento crucial en el pase sea aquel en el que el pasador habla del pasante al cartel. ¿Logra el testimonio del pasador hacer reir al cartel, hacer surgir en él la alegría de decir sí? La enunciación del pasador es, en ese momento, decisiva.

Algo extraordinario se ha producido al acercarse las Jornadas: «Sí, voy; propongo intervenir, aunque me digan que no». Sin embargo, muchas intervenciones adquirían en alguna de sus esquinas un acento cómico, hacían reir. Se trataba entonces, de reirse de sí mismo. El público estaba directamente (en palabras de Serge) concernido.

En el pase, el pasante también llega a «reírse de sí mismo» desde el momento que se siente aligerado de lo que le estorbaba y obstaculizaba. Pero este «reírse de si mismo» pasa por el pasador. Y si el cartel no ríe la culpa, eventualmente, recae sobre él. Hay una diferencia entre el pase y la intervención en las Jornadas. Mi pregunta, por tanto, es la siguiente: ¿Se ha sostenido ese Voy del «hablar de si y hacer reir de si mismo» durante las Jornadas en un «quiero hablar de mí, contar un pedazo de mi historia e incluso, reirme de mi mismo, pero con la condición de ser yo el que, sobre la escena de mi propia enunciación, me burle de mi mismo.»?

Una pregunta así valora la invención de Lacan del pasador. En el pase, el acento se pone en el Se habla de mi en lugar de Yo hablo de mi. Es a lo que, a pesar de su orgullo, consiente el pasante que hace el pase.


Pierre Naveau

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


Ser pasador, pasante, AE

1. Cuando era pasadora un encuentro con el cartel fue determinante para mí. Me hizo comprender la función del pasador. Surgió de un acto de uno de los miembros del cartel. Me embrollaba tratando de dar cuenta de las numerosas notas que había tomado y había perdido el hilo. JAM, sentado frente a mi, de repente, toma mis notas y cierra el cuaderno donde estaba escrito lo que intentaba transmitir: “Venga, ahora diga lo que le ha quedado” me dijo. En un último sobresalto me aferraba a las restos de lo que me había sorprendido en mi encuentro con el pasante. Entonces pude extraer un hilo que me permitió transmitir una parte de lo esencial. El pasante fue nombrado AE.

2. Solicité hacer el pase porque había hecho un descubrimiento determinante que había precipitado el final de mi análisis y quería hacérselo saber a La escuela por el psicoanálisis.

3. Ser nombrada AE fue una suerte, y me ha permitido transmitir lo que era para mí lo más precioso, como había hecho en mi experiencia como pasadora: extrayendo un hilo a partir de lo que se produjo al final de mi análisis. Mi testimonio fue enseñanza de AE. Después fue sustituido por muchos de mis colegas de la escuela y de la AMP que han destacado su forma epistémica. ¡Así pues, haciendo hablar al Otro! No fui un AE “como debe ser...” La enseñanza del AE es subjetiva, singular aparte del número de años o de un saber hacer determinado. ¿Sabremos tenerlo en cuenta para el futuro del pase y del psicoanálisis?


Veronique Mariage

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


El pasador “placa sensible”

El pasador es un elemento clave del dispositivo del Pase. De alguna manera es el eje. Ni su designación ni su función pueden ser tomadas a la ligera. A este respecto Lacan evoca el término “placa sensible” al que, en su Proposición, opone el del juicio, exclusivamente reservado a los Cárteles. Es decir, que no hay instrucciones del pasador. Se trata de que sea un testigo receptivo y animado por el deseo de dejarse enseñar. Hace cerca de 10 años, al final de mi análisis, me enteré de que acababa de ser designada pasadora. Era el momento en que me disponía a solicitar entrar en la Escuela por el Pase. Correspondía a una primera percepción sobre la manera de gozar que animaba mi palabra de analizante.

El momento, por tanto, era sensible. Buscaba en los textos un saber que me dijera cómo hacer. Silencio. ¡Qué suerte! ¿Cuál fue entonces mi guía? Mi deseo de saber qué es el pase. Únicamente me animaba ese deseo. Iba al encuentro de los pasantes curiosa, apasionada...sensibilizada. Entonces la Escuela también lo era, era sensible.


Patricia Bosquin-Caroz

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


El pasador y el pase

Tratándose del tema de los pasadores introducido en el orden del día en la última reunión del Colegio del pase, en efecto, parecía necesario sacarlo a la luz y precisar la función del pasador. A veces considerados como «secretarios» sepultados bajo sus «toneladas de notas» de las que se esfuerzan en restituir lo esencial a los cárteles, o incluso, tratando de construir la clínica del casocuyo testimonio han recibido, no podemos preguntar si es eso lo que se espera de la función del pasador.

La tarea no es tan sencilla de definir porque la partida se juega entre tres: el pasante, el pasador, el cartel. Pase a tres, podríamos decir.

Si el pasante no se dedica a contar durante horas los detalles de su análisis, sino los puntos cruciales que se han desprendido de él y la articulación lógica que a posteriori se desprende (o no), podemos decir que ya hay un orden: del punto A de partida al punto B de llegada, el trayecto del análisis se aclara y se reordena según el esquema del bucle de la retroacción.

El testimonio dirigido al pasador permite a este recolectar la construcción que se desprende de este recorrido, la esencia de lo que emerge en ese testimonio, los puntos de pase pero también los puntos oscuros que el pasador por su parte puede interrogar. Me parece que el pasador no tiene que construir el testimonio en lugar del pasante o del cartel, sino que debe hacerse «placa sensible» para poder restituir al cartel las líneas de fuerza de ese testimonio, lo que le ha marcado, sorprendido, incluso convencido. Respecto al cartel, tiene que descubrir y construir si fuera necesario la lógica del testimonio dejarse convencer (o no) por el relato del pasador, por este pase en zigzag que permite que haya pase o no.


Philippe Stasse

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


El momento de la designación del pasador

¿En qué circunstancias fui designado pasador? Me encontraba en un momento de auténtica desorientación en mi cura ya que la cuestión del deseo planteaba una reformulación. Había que responder sin el auxilio de la galería de los ideales. Un “¿qué quieres?” privado de los argumentos de la persona. “Le designo como pasador, así sabrá dónde está” El analista tomaba acto de la dificultad encontrada respecto al sentido y, al mismo tiempo, abría una vía por la que el deseo podía anudarse no solamente a la cura sino al psicoanálisis. El momento de la designación de pasador merece reflexión. Es una encrucijada en la que se cruzan las exigencias de interpretación –acertar y provocar olas- y las introducidas por una nueva orientación que establece el pase según una perspectiva: pasante, pasador, cartel. En ese momento, la cuestión del sentido para el pasador, consiste a hacerse el vector de un decir.


Bernard Lecoeur

Journal des Journées Nº 63

26 de noviembre de 2009


Recuerdos de un pasador

Jean Daniel Mattet considera que la gran diferencia entre una exposición en las Jornadas y el dispositivo del pase, es la existencia del filtro que constituirían los pasadores. No estoy de acuerdo en absoluto.

Además de los pasadores, hay una diferencia que me parece de importancia, el Otro al que se dirige el testimonio. En las Jornadas se trataba de un público preparado, que va entrando en calor cuidadosamente y alcanza la temperatura adecuada. En el procedimiento, el testimonio se dirige al cartel del pase, via el pasador. Los carteles, lo quieran sus miembros o no, reflejan algo del dinamismo más o menos deseante de la Escuela, de su libido. Sé por experiencia (y fue algo cruel) que un cartel del pase puede ser un chasco [1], un filtro susceptible de no dejar pasar al A.E. Fui pasadora hace dieciséis años. Conservo un recuerdo vivo y contrastado de los efectos subjetivos de esa función. Confieso que mi primer testimonio dio en el clavo y permitió que se nominara a un A.E. En esa ocasión el cartel no fue un chasco sino que tuve frente a él una viva certeza de la que yo fui la primera sorprendida.

Yo estaba animadísima, si puedo decirlo así, por el testimonio de la pasante y decidida a hacer mi parte con el cartel, al que no conocía. Me pidieron por ejemplo informaciones complementarias sobre la fratría del pasante y me oí responder con un aplomo, que hoy todavía me sorprende, que podía dárselas desde luego, pero que eso no aportaría nada más al testimonio. “¿Usted la nombraría A.E?” me preguntaron al final del todo. “Sí, sin dudarlo” y, conteniéndome, añadí: “pero, como usted sabe, yo no sé lo que es eso”. A lo que me respondieron: “lo que está dicho, dicho está”. Fue un momento de intensa alegría mientras me acompañaban a la puerta. Esa noche, sola, atravesé París a pie para calmar el exaltado entusiasmo que se había adueñado de mí.

El testimonio de los siguientes cuatro pasantes de ninguna manera me dio el mismo aplomo, me hizo menos efecto. Tuve que sobrellevarlo, que soportarlo incluso, y que soportar también la insatisfacción de los carteles, ávidos como tiene que ser, frente a las zonas de sombra de mi versión del testimonio. Tres de esos pasantes fueron nombrados miembros de la Escuela (era la época), el otro fue propuesto pasador.

Yo pedí entonces al secretariado que me sacara del sorteo. Lo que efectivamente se hizo. Corría el riesgo de causar algún perjuicio al pasante si continuaba como pasadora.

Poco tiempo después fui sorteada, en el pool de pasadores, para entrar en un cartel del pase. Esta experiencia apenas fue apasionante para mí, aunque desde luego que la clínica era interesante.


Patricia Johansson-Rosen

Journal des Journées Nº 62

24 de noviembre de 2009


NOTAS:

1. [N.T.] Textualmente: “… un cartel de la passe peut être un poison froid». Traducimos por «ser un chasco» a falta de mejor expresión, aunque se pierde el contraste que señala la autora entre el calor del público en las Jornadas y el “poison froid” del cartel del pase.


Forum de los Psi, temporada 1, episodio 12

La evaluación es un revisionismo del ser que apunta al “efecto alquitrán y plumas”, o sea la humillación . Es el nuevo hecho que Agnès Aflalo subrayó al inaugurar, el domingo pasado a la mañana, el duodécimo Forum des Psys. Sus fórmulas bien encontradas abrieron a todos los hallazgos, de pensamientos y palabras, que después a lo largo del día, hicieron las delicias de 900 auditores, de los cuales algunos ¡no se perdieron ni una miga!

Qué agradable resulta afinar la percepción que se tiene de un problema o de una cuestión por medio del contacto con el pensamiento o la experiencia de otros –cada participante iluminando con su antorcha un pliegue oscuro de ese doloroso malestar de nuestra civilización.

Este Forum presidido por Bernard-Henri Levy fue, tal como los anteriores, entusiasta y convincente. Demostró en acto la necesidad de decir y pensar lo que tiene de irreductible la evaluación contemporánea, si se quiere resistir a su dominio tentacular.

Agnès Aflalo comenzó con “acabar con la idea de que habría una buena evaluación” – y más aún en el mundo “psi”. Toda evaluación conduce a clasificar, contar, excluir, matar. La ética del psicoanálisis requiere entonces hacer retroceder lo infame, bajo todas sus formas.


Eric Laurent declinó las diferentes modalidades de los “nuevos semblantes de la evaluación”. Hizo foco sobre el espantoso “paternalismo libertario” de un Richard Thaler y un Cass R. Sunstein, dos investigadores americanos behavioristas. Sus concepciones se diferencian del behaviorismo duro: no se trata más de ejercer una coerción sobre un comportamiento, sino de dar “nudges” (empujoncitos) para orientar de manera subliminal las decisiones de los sujetos. Opinan que si se pone en la cantina la verdura a nivel de los ojos de los adolescentes, y se camufla la junk food, se servirán más fácilmente chauchas (¡como si un sujeto digno de este nombre no fuera a buscar papas fritas donde se encuentran!) Tuvimos después el placer de descubrir a Cynthia Fleurry, y su real sentido de la fórmula: “la evaluación o la inteligencia: vamos a tener que elegir” –Es lo que nos demostró claramente a lo largo de su ponencia. Antes de hablar de “evaluación, se hablaba de “productividad”. Pero esta palabra tenía la desventaja de develar demasiado claramente de lo que se trata; se la reemplazó. La “evaluación” vistió la cosa con los atavíos de la racionalidad, de la objetividad y del igualitarismo. Es porque no hay medio de escapar: querer sustraerse es siempre designarse como sospechoso. Seamos vigilantes, dice ella: mañana, por ahí se hablará de “ética de la responsabilidad” para disimular de nuevo esta misma ideología bajo un significante siempre más falaz. La evaluación, kafkiana y absurda, conduce a una crisis de las finalidades y de las significaciones, deviniendo, ella misma, en la finalidad sólo de las actividades.

Después el iniciador del “llamado de los llamados”, Roland Gori, teorizó la evaluación como manera de medir el desfasaje en relación a la servidumbre voluntaria, verdadera pasión del siglo veinte. BHL concluyó esta rica mañana retomando las diversas reacciones de la sociedad a los suicidios en serie del 2009 (en grandes empresas de Francia). “Si hay un neocapitalismo, es más en la evaluación que en Jerome Kerviel que hay que buscar la clave”. BHL subrayaba hasta qué punto es un mensaje extremadamente fuerte, para los “suicidados de empresas” tirar sus cuerpos muertos al pie de los que consideran como responsables. Tal como Bartelby quien opone su parte de opacidad irreductible con su “I would prefer not to” y manifiesta así la “grandiosidad obstinada del humano” (Melville), estos suicidados son “los analizadores del malestar social del tiempo que vivimos”. El Forum no sólo se hizo eco sino también alboroto.


La tarde empezó con la admirable intervención de Jean-Claude Milner. En Televisión, Lacan sitúa al inconsciente con estas palabras: “es un saber que no piensa, no calcula, no juzga, lo que no le impide trabajar”, es el “trabajador ideal” del cual habla Marx. Este trabajador ideal es el puro y simple soporte de un saber – un saber ejecutar las órdenes. Cualquier trabajo puede ser llevado en derecho a ese trabajo ideal, desde y cuando se encuentra tomado en una maquinaria que lo despoja de las diferencias que podrían surgir de un pensamiento, un juicio, o una capacidad de calcular. Todo trabajo puede, así, ser evaluado de la misma manera. Según Milner, no se trata ahí de una exigencia estructural de la maquina capitalista, sino del resultado de un proceso activo, efectivo, de obligación forzada. El suicidio es lo que queda de la primera persona, del “yo”, ahí donde nada queda. El último mensaje que dirige el sujeto suicidándose es “faltaré a mi lugar”. Freud lo hubiera traducido: “wo es war”.

Yves-Charles Zarka nos mostró como la RGPP (Reforma General de Políticas Públicas) estaba poniendo en obra un sistema generalizado de evaluación: asistimos a la extensión del modelo de management al conjunto de la vida pública, de las instituciones y del Estado mismo –Rousseau debe estar retorciéndose en la tumba. Lo que está cuestionado es la dimensión pública del Estado, por oposición al sector privado: las nociones de eficacia y rentabilidad guían ahora la política pública en sectores que no tienen por si mismos vocación de productividad salud, educación, justicia, investigación).

Una serie de intervenciones, más vivas y divertidas unas que otras , terminaron la tarde, con Mathias Gokalp, director de la película Nada personal, que vino a hablarnos de la evaluación en el mundo del trabajo; Margaret Moreau, médica de trabajo en disidencia, que nos inició en el LEAN, método de gestión de empresa, apuntando a la performance y productividad (viniendo de Japón, en el Toyota Production System) y usada hoy en todo el mundo. Cada gesto de trabajador es comparado al gesto de un operador ideal que sirve de referencia: ¡un hombre de 1 metro 75, de 65 kg, sin restricciones médicas caminando a una velocidad de 4km por hora!

Estos métodos no ponen ningún límite a la excelencia requerida: el trabajador siempre puede dar más, siempre estar mejor. J-A Miller hizo de abogado del diablo preguntando.”Debe haber lados positivos en la evaluación?” En todo caso hay que reconocer la amplitud del proyecto: se trata de una real tentativa de ingeniería mental, de transformación de la humanidad, se puede leer ahí una “época metafísica del ser”.

Carole Dewambrechies-La Sagna procedió al análisis de nuevos significantes–amos que produce sin cesar la evaluación:”educación terapéutica”, “trazabilidad”, y “buen trato”, las palabras claves de la HAS.

Francois Ansermet, a la pregunta por si se puede evaluar el porvenir, contestó que la única cosa que se sabía con certidumbre es que va a terminar mal. Excepto la muerte, todo el resto es incierto, imprevisible. Los evaluadores son, en realidad, expertos en predicción del pasado. Cito a Keynes: “lo inevitable nunca ocurre, lo inesperado siempre”. Lo que hace la dignidad del psicoanálisis, es que mantiene abiertos “los enclaves de lo inesperado” (Rene Char).

¿Cómo luchar contra el diluvio de la evaluación? Clothilde Leguil responde con la vuelta a Freud y la enseñanza de sus textos. La meta de la evaluación, dice, es “verificar que el trabajador no sacó otra cosa de su trabajo que el sueldo que se le da como indemnización; verificar que entre nacimiento y muerte, no pasó nada”. Mientras Guy Briole se refiere a los Morticoles de Leon Daudet y su prueba de “lamer de pies” pidiendo flexibilidad del espinazo y una buena dosis de desprecio de sí mismo, J-A Miller evoca Trece por docena, la novela escrita por los hijos de Gilbreth, -el señor Gilbreth inventó un método para optimizar el gesto del albañil poniendo ladrillos, y aplicó a la educación de sus doce chicos los mismos principios: optimización de gestos en la ducha, etc… La jornada en el Fórum concluyó con la performance hilarante (en un estilo tragicómico) de Jean Pierre Deffieux relatando la segunda visita de la HAS* al servicio psiquiátrico donde trabaja.

El primer principio de la HAS es “buscar satisfacer al paciente en todo punto”(¡en psiquiatría!). Lo que lleva a entregar escalas de dolor a pacientes melancólicos, por ejemplo, para que auto-evalúen su dolor o a aconsejar hablar de la donación de órganos a pacientes suicidas. Los representantes de la HAS están todavía buscando cómo hacer entrar las respuestas de J-P Deffieux en las casillas de sus cuestionarios…


Aurélie Pfauwadel

Journal des Journées Nº 91

8 de febrero de 2010


*Haute Autorité de Santé (Alta Autoridad de Salud)


Ateneo de Investigación:

"La práctica analítica en el Campo freudiano de Argentina desde 1980”

Responsable:

Vera Gorali

Integrantes:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano, Ana Larrosa, Julio Monzón, Carlos Gustavo Motta, Marta Peña, Edit Tendlarz, Emilio Vaschetto, María Videla, Gabriel Vulpara