Responsable: Vera Gorali



Bienvenidos al blog del Ateneo y Seminario de Investigación "La práctica analitica del Campo freudiano en Argentina desde 1980". Aquí daremos a conocer los resultados de un trabajo en proceso que interroga cómo es la experiencia analítica para los analistas lacanianos del Campo Freudiano a lo largo de 30 años. Ésta va modificándose en concordancia con lo expuesto por Jacques-Alain Miller en su curso semanal de París titulado "La orientación lacaniana", quien en su lectura de la Enseñanza de Jacques Lacan sostiene una permanente interpretación de la época

Esta búsqueda se realiza en el marco de la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UPJL), por lo cual el estilo y los objetivos de las universidades populares serán una referencia constante.


Integrantes del ateneo:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano,

Ana Larrosa, Julio Monzón,Carlos Gustavo Motta,

Marta Peña, Rosana Salvatori, Edit Beatriz Tendlarz, María Videla, Gabriel Vulpara


miércoles, 12 de mayo de 2010

Cláusulas de clausura en la experiencia analítica.

El plural de cláusulas en el título del texto de Miller, da ya la pauta de que su exposición se sitúa en un movimiento múltiple.

La primera dirección que éste toma es la de reafirmar que Lacan es freudiano -sabiendo de la capacidad milleriana para absorber y dar cuenta de lo que ocurre en el momento, no es imposible que se haya guiado por la frase que Lacan enuncia en ese sentido al inaugurar el congreso-.
En esta vertiente inicial es que Miller muestra que el pase, como concepto lacaniano, no es sin el impasse freudiano, sin esa roca de la castración que funciona como una cláusula de clausura de un análisis. Impasse que es de estructura, que no depende de tal o cual sujeto, sino del hombre que sería hombre para la mujer y de la mujer que sería tal para el hombre. Pero esa cláusula no puede sino faltar: allí, en esa falta se detiene Freud.

El segundo movimiento del autor se dirige a mostrar que ser lacaniano excluye el ser parte del post-freudismo. Ellos creen poder sostener que aquella cláusula puede remediarse, que puede construirse con una fórmula, al modo de una goma de borra genital, que eliminaría el complejo de castración.

Y allí se abre la puerta para el tercer camino de Miller -una de las dos vías regias de su texto-: Lacan avanza con pasos que lo llevan más allá de Freud y del impasse que detuvo a éste.
No hay relación sexual, y es a partir de este no hay que puede resolverse un final de análisis. La mujer no existe, y dice Miller que aquí Lacan es freudiano, aunque Freud no llegue a ser del todo lacaniano. Si no hay solución al problema del fin de análisis por lo genital -al estilo de los post-freudianos-, la habría por lo impensado: lo pre-genital.

Miller, así, se hace eco de la contemporaneidad de las lecturas del campo freudiano allí reunido: lo pre-genital es el objeto, el tapón de la relación que no hay, y el artífice de su consistencia fantasmática.
La pregunta por la necesidad de separación de ese objeto y por la del atravesamiento del fantasma, da a Miller la posibilidad de conducirse en el más importante de los caminos que recorre en este trabajo. Un camino que éste está determinado a señalizar y a hacer transitable para sus oyentes. El camino que lo lleva a plantear, desde la primera frase, que hay otro Lacan, uno que se aleja de la primacía significante, no haciendo mudo al inconsciente, sino explorando algunas derivaciones no del todo tenidas en cuenta hasta ese momento.
Un camino provocador, sin dudas, para quienes se reúnen en 1980, casi tanteando el lacanismo como práctica, como experiencia analítica. Y es en el nudo de esa experiencia que Miller golpea: primero resuelve el problema del final de análisis y luego pide barajar y dar de nuevo en lo que respecta al cómo de ese análisis. Apunta directo a la interpretación.

Sostenido en su desarrollo previo -dos páginas sobre la clausura-, dice que no la hay en el nivel de la interpretación. Noli me tangere (no me toques) del analista que se supone amo de la verdad, pero que comenzará a sospechar si, además de la retroacción semántica, se lo confronta con la metonimia de la significación. Metonimia que es del deseo y que, a fuerza de interpretar, se lo desexualiza en un jungismo del significante.
Lacan no es eso para nada, dice Miller.

Con Lacan sólo avanzamos al dar vueltas en rutinarios círculos, en esos círculos que engarzan el deseo al fantasma. Un fantasma que es la función que coordina al sujeto nómade del deseo con el objeto que lo fija. Con el fantasma, el sujeto tiene acceso a lo que le concede de ser el significante.

La tarea es quebrarlo, fracturar ese fantasma, atravesarlo para llegar a una disjunción entre sujeto y objeto; ese atravesamiento, afirma Miller, no es ya un impasse sino un más allá: es el pase.
Gabriel Vulpara

No hay comentarios:

Publicar un comentario