Responsable: Vera Gorali



Bienvenidos al blog del Ateneo y Seminario de Investigación "La práctica analitica del Campo freudiano en Argentina desde 1980". Aquí daremos a conocer los resultados de un trabajo en proceso que interroga cómo es la experiencia analítica para los analistas lacanianos del Campo Freudiano a lo largo de 30 años. Ésta va modificándose en concordancia con lo expuesto por Jacques-Alain Miller en su curso semanal de París titulado "La orientación lacaniana", quien en su lectura de la Enseñanza de Jacques Lacan sostiene una permanente interpretación de la época

Esta búsqueda se realiza en el marco de la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UPJL), por lo cual el estilo y los objetivos de las universidades populares serán una referencia constante.


Integrantes del ateneo:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano,

Ana Larrosa, Julio Monzón,Carlos Gustavo Motta,

Marta Peña, Rosana Salvatori, Edit Beatriz Tendlarz, María Videla, Gabriel Vulpara


lunes, 3 de mayo de 2010

SELECCION MENSUAL DEL JOURNAL DES JOURNÉES 5

Editorial

Las Jornadas de la ECF (Escuela de la Causa freudiana ) en París, que tuvieron lugar a principios de noviembre de 2009, marcaron un nuevo camino para el psicoanálisis.

Jacques-Alain Miller, director de las mismas, hizo soplar aire fresco sobre la modalidad habitual de presentación de trabajos y además abrió las puertas a los que se dio en llamar “recién llegados”, es decir a los que todavía no son miembros de la Escuela.

Los “recién llegados “ pudieron así escuchar a analistas que, en posición de analizantes, relataron breves tramos de sus análisis, algún sueño particularmente recordado o una interpretación inolvidable.

¿Qué lógica rigió esta convocatoria inédita?

Poner de manifiesto desde qué lugar hablaba cada uno, en lugar de las habituales presentaciones del analista que muestra su práctica por medio de un caso clínico, con el rigor que exige el esfuerzo de reducción a lo singular de esa cura o del estudioso y erudito que amplía las referencias transitadas, o aún, del siempre atento a las últimas publicaciones internacionales a fin de mantener abiertos los surcos de lo contemporáneo.

Mini-pases a cielo abierto del “procedimiento del pase” creado por Lacan para quien desee testimoniar del final de su análisis, que el Journal des Journées puso al debate y que intentamos dar a conocer a la comunidad. La Selección Mensual se da así el propósito de mostrar la eficacia del “pase en la Escuela” a la hora de nominar sus analistas.


Vera Gorali


Un nuevo concepto para las 38º Jornadas


Journal des Journées Nº 1

La Escuela de la Causa freudiana estrenará en noviembre próximo un nuevo concepto de sus Jornadas, que serán las número 38. Es una novedad, y es una experiencia en el sentido de experimentación. Es decir que no podríamos prejuzgar su resultado, éxito o fracaso. Hay riesgo, no hay rutina en ello. Por lo tanto, al menos no corremos el riesgo del aburrimiento.

Sin embargo, no es una tentativa gratuita y caprichosa, sino un ensayo reflexivo, y que articula varios elementos inéditos.

Primer elemento: la sorpresa

La Escuela tenía la costumbre de entregarse cada año a una vasta y multiforme campaña de « preparación de las Jornadas ». En todas partes, en París y las provincias, veíamos zumbar las colmenas de las ACF con una actividad tan entusiasta como metódica. Innumerables abejas iban a recolectar su néctar en miles de flores para llevarlo a la comunidad, bajo el impulso de una dirección única y vigilante. Se laboraba el tema en todos los sentidos en reuniones llamadas preparatorias, cavando profundos surcos en la problemática. Una batería de publicaciones acompañaba este esfuerzo grandioso de aprendizaje y de formación.

Un comité científico enmarcaba, juzgaba, rectificaba con anterioridad las producciones. Cuando llegaba el momento de las Jornadas, todos estaban familiarizados con el tema, y podían seguir las exposiciones con conocimiento de causa. De este modo, las Jornadas fueron desde hace casi treinta años un factor poderoso de unificación para la Escuela, sus miembros, sus afiliados y su público, un vector, como decimos, que polariza las enseñanzas: y llegado el caso, con alegría por los hallazgos: “¡Eres tú, soy yo, somos nosotros, todos juntos, y viva por nosotros”! La Escuela verificaba cada año que se parecía a sí misma. Faltaba un solo elemento, era sacrificado, la sorpresa. Pero frente a los beneficios que traía la empresa, no era nada, parecía.

Y bien, llegó el momento de darse cuenta que esa nada vale por todo el resto. No, no se trata de censurar ese pasado honorable al que la ECF le debe mucho, sino por el contrario, apoyarse en lo que fue adquirido para restituirle a las Jornadas el carácter de un acontecimiento. Nuestras Jornadas eran hasta ahora la conclusión lógica, y el punto de capitón de un largo desarrollo continuo y ordenado. ¿Y si fueran de ahora en más un tiempo de ruptura, el momento fecundo de una súbita producción aleatoria, la colisión de las así llamadas reacciones espontáneas que toman desprevenido, no solo al público, sino a los mismos oradores? ¿No estaría ésto más próximo de aquello que el método psicoanalítico pone en juego en la búsqueda de la verdad?

Por supuesto, algo se perderá en la operación, pero es así, no se gana nunca en todos los marcadores. Y cuando se ganó durante mucho tiempo en uno, la tasa de beneficio tiene tendencia a bajar, y llega el momento en que se anula, y donde hace falta especular en otro. Al menos esa es la apuesta.

Segundo elemento: la estructura única

Hace tiempo, en los comienzos de la Escuela, en 1981, las Jornadas se desarrollaban de un punto al otro ante la Escuela entera: sólo había “sesiones plenarias”, no había “salas simultáneas”. En ocasión de las 4as Jornadas, en las que aseguré la co-dirección, fijé el módulo que continúa hasta hoy para las plenarias: una hora, un presidente, dos intervenciones de 20 minutos, el último tercio para la discusión. Poco después, fue necesario decidirse a introducir las salas múltiples: la Escuela creció, sus miembros desean intervenir frente a sus colegas, no se podía discutir en mesas plenarias, se sacrificó la unidad por el número. Pero debemos señalar que ningún módulo fue jamás establecido para esas salas simultáneas: duración, presidencias, discutidores, número de intervenciones, todo fue dejado siempre librado a las circunstancias... Además, como las Jornadas se desarrollaban invariablemente en el Palacio de los Congresos, y se alquilaba la “Sala Azul” por dos días, cuando llegaba el momento de las salas simultáneas, figuraba como una de tales, siendo que aplastaba a las otras por su tamaño. El resultado habitual era un alegre desorden en las simultáneas, a menudo abarrotadas de intervenciones, y a menudo abandonadas por el público, lo que producía una cierta decepción, rápidamente taponada, por otra parte, por la viva affectio societatis que continúa siendo lo propio de las asociaciones del Campo freudiano y las hace singular entre los grupos psicoanalíticos. Finalmente, último disfuncionamiento regular, la asistencia de las plenarias se tornó tan numerosa que desbordó dicha “Sala Azul”, que no llega a 900 lugares.

La primera vez, se agregó a toda prisa una sala de circuito cerrado de televisión, luego esto se volvió habitual, luego se agregó una segunda, también regularmente, y esto para alojar un público que terminó por alcanzar y luego superar los 1500.

Todo este esquema de organización debía evidentemente repensarse desde hacía tiempo pero la permutación de las instancias directivas de la Escuela como esta, aún más rápida, de las instancias propias de las jornadas, a la que se agregaba la necesidad de reservar las salas con más de un año de antelación, hizo que la organización permaneciera intocada

en el curso del tiempo – un pequeño cuarto de siglo. Y luego, reconozcamos que eso no le molestaba a nadie: el tiempo transcurrido volvió venerables a estos disfuncionamientos mismos, y el leve malestar que podía sin embargo manifestarse, el sentimiento difuso de una cierta incomodidad, todo esto formaba parte de la atmósfera, de la Stimmung de estas Jornadas, que se quería encontrar parecida a sí misma en cada ocasión.

Director de las 38 Jornadas, no imaginaba reconducir a lo idéntico este esquema obsoleto desde hace mucho tiempo. El Directorio presidido por F. H. Freda ratificó la reconfiguración que le presenté en noviembre último; la tesorera, D. Miller, supo obtener de la administración del Palacio de los Congresos la anulación de las reservas efectuadas hacía tiempo, y a costa de un cambio de fecha, esta administración liberó locales que permitirán poner en marcha el nuevo dispositivo.

Estos son los tres componentes mayores:

- el módulo único : el mismo módulo valdrá para todas las intervenciones, ya sea que se desarrollen en mesas simultáneas o plenarias. Es como lo dije, 1 hora, 1 presidente, 2 intervenciones, 1 discusión; y sin discutidor: es el presidente quien presenta las dos intervenciones, quien las comenta luego, y quien en las salas simultáneas, lanza la discusión

- en la sala plenaria, dialoga con los expositores. Este recorte de horario se impone, siempre el mismo, al conjunto del programa, independientemente del lugar asignado finalmente a tal o cual exposición: hay separación de las coordenadas temporales y espaciales, lo que permite a los lugares encontrar su identidad propia, y casi-tautológica, es decir:

- una sala plénaria verdaderamente plenaria: si debe haber sesiones plenarias, entonces que la sala aloje a todo el mundo. Se terminó la “Sala Azul”. Alquilemos una sala capaz de alojar al menos 1500 personas;

- salas simultáneas verdaderamente simultáneas : es decir, tan numerosas como sea posible, y de capacidad comparable. Por lo tanto, allí tampoco “Sala Azul”.


Es un hecho feliz que el palacio de los Congresos haya podido satisfacer, y sin costo extra, estas demandas inéditas. Funcionarán no menos de ocho (8) salas simultáneas similares. En cuanto a la sala plenaria, será el Gran Auditorio situado en la planta baja, que ya había alojado el último gran Encuentro internacional del Campo freudiano que se realizara en París, antes de que esta serie se divida en dos, para dar nacimiento a los Encuentro latinoamericanos, por una parte, y a PIPOL, por otra. Las simultáneas serán alquiladas por una jornada entera, y lo mismo con el Auditorio. Por lo tanto, en lugar que el sábado como el domingo impliquen plenarias y simultáneas, para las 38 Jornadas las cosas serán zanjadas: el sábado será El Día de las Ocho Salas, el domingo El Día del Auditorio.

Los horarios previstos son de 10hs a 13 hs, y de 15hs a 18hs, podemos notar la enorme capacidad de absorción y de producción de esta máquina nueva: 108 intervenciones, y 54 presidentes, que forman 54 secuencias formalmente semejantes. Quisiéramos a un Charles Fourier para celebrar dignamente lo impecable de este orden invariable, verdaderamente alveolar, que permanece de este modo conforme al espíritu “colmena zumbadora” de la ECF Pero lo que hay que ver bien, es que como lo sabemos por el funcionamiento mismo de un análisis, por el matema del discurso analítico, la red apretada de una estructura es precisamente la condición de cualquier sorpresa.

Elemento 3 : tengo ahora que hablarles del tema, que ustedes conocen, ¿Cómo se vuelve uno analista en el siglo XXI?. ¿Cómo atraparlo, ese “Cómo”? ¿Cómo fabricar con todos estos bártulos algo que para nosotros constituya un acontecimiento? Como se hace tarde, y he sido más largo de lo que creía al comenzar, dejo esto para mañana, o para el 3. Después de lo cual, esperaré recibir contribuciones, que publicaré con gusto en este nuevo Diario de las Jornadas. Aparecerá aperiódicamente hasta el sábado 7 de noviembre próximo. ¿Contribuciones sobre qué? Sobre ese famoso “¿Cómo?”, por supuesto, pero concebido de manera extensiva: nada psicoanalítico nos es extraño, y nada de lo que respecta a este trasto del siglo XXI, que es nombrado en el título.

Continúa en el proximo número.


Journal des Journées Nº 2 - Editorial

No, no se trata todavía de la continuación prometida sobre el tema de las Jornadas. He vuelto a toda prisa a París para hacer el afiche – con algunos seis meses de retraso en relación con el calendario habitual, pero en dos horas de agitación febril en el atelier. Está hecho. Podrá notarse que este afiche tomó forma en torno del plus de gozar- ¿por qué esconder que me gusta lo impreso, la tipografía, poner sobre la página, las formas voluptuosas de las letras? Utilicé para el afiche la grilla original que concebí para la cubierta de LNA-Le Nouvel Âne. Ustedes recibirán la prueba por mail, con el número 3 de este Diario, bajo la forma electrónica llamada pdf. Estará impreso la semana próxima, y espero que los

miembros y los amigos de la Escuela se ocuparán de ponerlo en las paredes de las instituciones donde ejercen. En este número 2, he ubicado por orden de llegada, las tres primeras contribuciones que he recibido luego del número 1. Les ruego crean que no las he solicitado de ningún modo. Sin embargo son otras tantas interpretaciones del tema de las Jornadas. La sabiduría de las naciones dice que no hay que ir más rápido que la música. Creo todo lo contrario; siempre ir más rápido que la música.


Post Scriptum

D. Miller corrigió la información que me había comunicado, no son ocho, sino nueve salas de las que dispondremos simultáneamente el sábado 7 de noviembre, para el primer día de las Jornadas. Si agregamos el Auditórium del domingo, resulta de ello que el programa incluirá 120 intervenciones, de 15 minutos cada una (20 máximo absoluto) que movilizarán 60 presidentes, es decir 180 participantes activos. Hasta el presente, todos esos lugares están libres, con excepción de la primera, reservada, como se debe, al Presidente de la Escuela , F.H Freda. A partir del lunes próximo me dedicaré al trabajo de componer ese programa, a partir de las propuestas que me serán hechas desde ahora (asunto JORNADAS NOVIEMBRE), y de los pedidos que haré por teléfono y por mail, sobre la base de la grilla preparada con el Directorio. La Escuela espera que cada uno haga su deber – y no hará historias. Por su parte ella no ha puesto al trabajo ningún “comité científico” que asegure un filtro, y dando de este modo la garantía de la Escuela. Ni filtro, ni garantía. Por lo tanto, cada uno a su riesgo – y Dios para todos, por supuesto,… salvo que el Otro no existe. No digo que sea siempre necesario y en todas partes hacer así, pero para esta vez, el concepto de estas Jornadas – o más bien, su director…-quiere esto.


Journal des Journées Nº4

¿Es verdaderamente necesario que presente el tema y cómo hacer uso de él? Tengo la sensación, e incluso las pruebas, que esto ya fue bien comprendido. Los tres pequeños textos dan testimonian, y las propuestas que me llegan desde hace tres días. Espero no olvidar a nadie (caso contrario que me lo señalen, la presente lista fue detenida el domingo a medianoche) Sonia Chiriaco da un vistazo a su análisis, bajo el título Retorno al futuro anterior; Clotilde Leguil quiere narrar y analizar la mutación súbita de su relación con el lenguaje; Didier Guénardeau, su encuentro con el silencio; Dominique Heiselbec, un sueño donde la escritura, dice, se le aparece como “una suplencia a la forclusión del sexo femenino”; Françoise Haccoun “un momento de control” que le permitió “franquear el pasaje al analista”; Philippe Chanjou su “recorrido analítico, desde el punto de vista de la angustia”; Carole Dewambrechies-La Sagna, el sentido de un “sueño en Lacan”; Anne Ganivet-Poumellec el efecto de una itnerpretación cuyo enunciado era : “¿Qué es el imperativo?” Agnès Aflalo quiere analizar uno de sus actos fallidos, apuntando Arrabal y testimoniando del funcionamiento del “inconsciente después del análisis “; y Laure Naveau, un fenómeno de cuerpo que la dejó pasmada, surgido después de su pase de Analista de la Escuela; François Leguil me comunica su título, Las seducciones paradojales de un Bildungsroman; y Pierre Stréliski el suyo, “Sin título”. ¡Siempre astuto!

No, no es el pase para todos. Estos textos están hechos para ser pronunciados ante un público general –no sólo para beneficio de dos pasadores y por su intermedio, para una comisión de especialistas. Cuando se hace el pase, no se está o se está menos en representación, se es más indiscreto sobre sí mismo; y la obtención de un título está puesto en la balanza. No será el pase generalizado en estas Jornadas, sino la recopilación, amplia y aleatoria, de una centena de testimonios, que refieren fragmentos, resplandores y relámpagos de análisis, momentos de trasformaciones, fulguraciones inopinadas, que abren para el sujeto a un mundo nuevo, o al menos, develando en el mundo antiguo una fisura por donde se desliza para considerarlo como exterior.

No se trata de una encuesta sociológica; no hablamos de carrera, formación, instalación, institución, redes, clientela, medios de llegar, posición adquisición de un saber hacer, de destreza, de un “knack” clínico. Uno se vuelve herrero, herrando, pero no es analizando a los demás como uno se vuelve analista – contrariamente a la ilusión que favorecieron durante un tiempo nuestros excelentes CPCT – uno se vuelve a lo sumo, y en el mejor de los casos, “un buen profesional”, un buen clínico, sabiendo apretar los botones.

Volverse analista, en el sentido que está aquí en cuestión, concierne a un estado especial del sujeto, de una aptitud adquirida, si queremos, pero resultante de la operación psicoanalítica, cuando se entra en ella, y se perdura allí, como analizante.

Se trata de una condensación, contracción, de la libido, tal que toma progresivamente consistencia, se desprende, y luego se aísla, su núcleo de goce, llamado objeto a minúscula. Este a minúscula nuclear gana en densidad a medida que los significantes son aligerados (desinvestidos) de la carga libidinal propia de cada uno, la cual, liberada enfila hacia el núcleo, y agrega allí su quantum. En el término ideal del proceso, se realiza la separación: lavados, redimidos, limpios de goce (siempre un poco sucio el goce, innoble, abyecto…), los significantes están listos para servir a más elevadas operaciones, entre ellas la matemática es el nec plus ultra, el objeto a cesa de obstruir lo mental del sujeto, se vuelve disponible como instrumento de las curas, que sostiene para los analizantes, de su a minúscula en devenir.

Este « pase » encontrado entre todos los escollos es por supuesto, una ficción reguladora.

Primeramente hay sujetos capaces, de algún modo, naturalmente, de jugar con el significante matemático, incluso si como para todos, tiene también para ellos su cara patemática – ¡y cómo! De allí el Wunsch confesado por Lacan, que sería hermoso que nadie entre aquí que no sea geómetra – dicho de otro modo, que se exige del analista en esperanza “un don tal que se tamice el acceso a la matemática, si ese don existiera”.

Estamos lejos de ello.

Luego, la limpieza siempre queda incompleta, parcial, tarea infinita. Eso, eso nos conoce. El vientre donde se forman los síntomas es aún fecundo. “Restos sintomáticos”, dice Freud, que recomienda autoanálisis permanente y tramos de análisis periódicos. Lacan, el inventor del pase-unavez- por-todas, evoca un “contra psicoanálisis” para volver a darle, si puedo decirlo, viento a las velas, y construye el concepto de un más allá del síntoma. Esta construcción consiste en integrar al síntoma su resto ineliminable – de allí su llamado a un significante nuevo, aunque muy antiguo, el “sinthoma”. ¡O Goce! “El mar, el mar siempre recomenzado…” Por lo tanto, hablamos modestamente de un sujeto que se revela apto para analizar, y no de un “ser analista”, que no es más que infatuación. Freud y Lacan acuerdan muy simplemente en pensar que el ejercicio de la función de analista exige permanecer en el análisis de su inconsciente – en el lugar (o al revés…*) del sujeto supuesto saber. Para ello es necesario que persista, luego de la cura propiamente dicha, una transferencia a un Otro, que dé su soporte a la tarea. La naturaleza de este Otro está encarnada de manera diversa.

Para Lacan, era Freud, la mirada de Freud –una mirada no forzosamente condescendiente, en vista de los trabajos de renovación y embellecimiento a la francesa emprendidos por el sucesor – que bajo otro ángulo, son tantas depredaciones. El podía pensar que Freud era demasiado “Dios celoso”, y también que su gusto era a la vez demasiado clásico alemán y demasiado kitsch, para apreciar su genio barroco y geómetra. De allí el tinte ligeramente hostil de su transferencia con Freud.

La misma necesidad de seguir siendo analizante, se ve en nuestros desdichados colegas, que parasitan incesantemente el acto psicoanalítico con una práctica verdaderamente frenética, desesperada, del análisis de su “contratransferencia”. Ellos están discapacitados por su transferencia negativa con Lacan. Qué pena que, en el conjunto, más allá de algunas excepciones (pienso en mi amigo Horacio Etchegoyen), se hayan contentado con dar a esta transferencia que podría ser tan fecunda esta forma inepta: “No la pifiamos, nosotros tenemos razón”. Los lacanianos permanecen ocupados en explotar los ricos filones de una enseñanza sin igual, es muy de ellos, los “ortodoxos”, que podíamos esperar que relancen la dialéctica del movimiento psicoanalítico, con una crítica asidua e informada de las elucubraciones de Lacan. La tarea queda por lo tanto en nuestras manos.

El Otro indispensable para leer el inconciente del que somos sujetos, se encarna…donde quiere. Pero en fin, es necesario uno o varios cuerpos, presentes o ausentes, vivos o muertos. Un cuerpo social, un Leviathán como una Escuela, representa esto bastante bien..

Era al menos la ambición de Lacan para la suya, cuando hacía de ella un sujeto supuesto saber, como testimonia la cubierta de su revista: “Scilicet– tú puedes saber lo que piensa la Escuela Freudiana de París”.

Y bien, estas Jornadas de noviembre, en el gran desorden azaroso que se anuncia, serán el Scilicet de la Escuela de la Causa Freudiana – no sobre el “ser analista”, que no existe, sino sobre “el devenir analista”, que eso sí insiste. Y será tanto más el acontecimiento de la Escuela cuanto que ni las entradas, ni las intervenciones estarán reservadas, lejos de ello, solo a sus miembros. Es decir, que la Escuela en efecto se vuelve responsable para lo mejor y para lo peor, de las consecuencias que engendra en las cabezas y en los corazones si puedo decirlo.

Esto no significa de ningún modo que garantice en lo más mínimo la pertinencia de lo que se enunciará en esta ocasión. Cada uno se expresará a su propio riesgo (este principio está inscrito en los estatutos de la Escuela). No hay “comisión científica”. En psicoanálisis, para Jornadas públicas, ¿quién no sabe que sería ampliamente falso? Para que no lo sea, sería necesario… hacerlo de otro modo. Pensarlo para el futuro, ¿por qué no? Pero esta vez, bastará que no sea todo y cualquier cosa.

Por lo tanto, será necesario un filtrado. Pero me prometo hacerlo tan benigno como sea posible, y dorar la píldora a los eventuales rechazados.

Continuará


Jacques-Alain Miller

*N de T : à l´ endroit: juego de palabras entre “en el lugar de” y “en el derecho”


Un momento de extrema extrañeza

Estimado JAM, le envío un pequeño texto como contribución al Diario de las Jornadas; apenas leída su presentación y su oferta, me pareció evidente y urgente escribir algunas líneas

Hacía ya algún tiempo que el deseo de comenzar una práctica de analista me atormentaba bajo un modo aún demasiado neurótico: ¿no era acaso una impostura atreverme a franquear ese paso? En resumen, entre duda, temor y deseo, la oscilación no me permitía decidir claramente. Fue entonces cuando recibí un llamado del que no pude escabullirme; este hombre quería a toda costa verme porque yo era “lacaniano”, me dice por teléfono. Consentí a ello, no sin algún momento de vacilación. Este encuentro fue un momento de extrema extrañeza, debido sin duda en primer lugar a su aspecto inhabitual: su facha de cristo (barba hirsuta, mirada exaltada) se envolvía en un abrigo lleno de barro; me explicó inmediatamente que viniendo a verme, una voz le había ordenado que arrojara su abrigo en un charco, pues no era digno en absoluto de presentarse limpio a nuestra cita. En seguida se me presentó la problemática radical del psicótico. Muy lejos del acto fallido del neurótico, era el demasiado real de la lengua lo que venía en primer plano, y apelaba a un tratamiento sin dilación. Me precisó que para él, el “lacaniano” con el que soportaba su demanda provenía de lo que sabía de Lacan: “el hombre de la lengua”, según su expresión.

Concluí en acto que no había tiempo para una dilación y que no tenía otra elección que hacerme partenaire del goce paradojal de este sujeto: tratar la lengua con la lengua. Esto le permitió una pacificación segura; en particular en su relación a sus voces.

Por mi parte, fui de algún modo aplicado al lugar del analista, no sin haber consentido a ello, por sorpresa, pero no sin la estructura. Quedó de ello para mí una consecuencia que no ha cesado: si este encuentro fue para mí la ocasión de franquear ese paso hasta entonces incierto del deveniranalista, el orientó desde entonces mis trabajos prioritariamente sobre la cuestión del tratamiento de los psicóticos, y de lo real de la lengua que esto implica.


Jacques Borie

Journal des Journées Nº 2

3 de septiembre de 2009


Bonita apuesta

Pongámonos, en estas Jornadas, a la hora de la sorpresa, sabiendo que la mayoría de las decisiones son vividas como demasiado tardías. No es una razón para no tomarlas.

Ésta me permite saber porqué el título de estas Jornadas hacían que me rasque sin las cosquillas. Sin duda soy demasiado heideggeriana: el “sé” mata la sorpresa, que remite a un camino ya trazado.

Felizmente Jacques Lacan encontró el espíritu freudiano: la noción de camino obligado, de cursus, y la del análisis llamado didáctico con sus aparatos de bien necesarios y otras infatuaciones. Ver el texto mordaz de los Escritos. Extraer de allí las consecuencias.

Un análisis no está preprogramado, reserva sorpresas.

No hay prejuicios, no hay ideal tampoco. El pase no es uno, no prejuzga nada, ni siquiera no volver al trabajo de analizante, por un pequeño tramo, aquí , allá.

La pregunta sería al menos doble. ¿Quién es analizante, quién entra en análisis actualmente, y que puede producirse allí? A la primera, numerosas respuestas, caso por caso. Declino algunas, que puedo ver (sin saber nada de eso)

-Están los que creen hacer un análisis, y no lo hacen, porque aquel que pretende permitírselos no se lo permite. No hay análisis sin analista. La cuestión deviene: habría que demostrar que el “acto” verifica que alguien tuvo el lugar del analista. El caso es que no todos aquellos que quieren hacer un análisis tienen la oportunidad de encontrar a ese alguien.

-Están los que sufren y que tienen el coraje de no complacerse en ello, de ponerse

al trabajo analítico, lo aprenden. Saborean seguramente, y van a saborear aún más de otro modo, ese trabajo tiene efectos, y no veo porque los analistas se ruborizarían diciendo que son de curación, dado que en medicina que tiene que ver con curar, un enfermo no deja de ser por ello menos mortal; la mejoría, la satisfacción de la que se trata, no equivalen ni a la ataraxia, ni a alguna “normalidad”, ni a una salud mental, … ni…ni.

- Están los que toman el gusto a ese trabajo, que se les vuelve indispensable, hicieron bien en decidirse, a veces por necesidad estructural, a veces por debilidad (¿cuándo?), a veces por otras vías.

- Otros consideran en determinado momento que han terminado, puede ser algo provisorio o definitivo lo que no implica poner al trabajo su inconciente, enseñando por ejemplo, pero hay otras maneras, a explicitar también, entre ellas, después de todo, analizar a los demás.

No existen los que hacen un análisis por pura curiosidad intelectual, ni para encontrar su camino profesional, vuelta a la casilla del comienzo. Están los que no se deciden a ponerse al trabajo de analizante. ¿Están equivocados? La equivocación, como cada uno sabe, mata.

Sin duda entre ellos, muchos ceden sobre su deseo. No todos, algunos se las arreglan sin saber cómo.Miden las contingencias que se los ha permitido, los encuentros, las ocasiones fallidas, y aquellas logradas.Miden las contingencias que se los ha permitido, los encuentros, las ocasiones fallidas, y aquellas logradas.

-Si el psicoanálisis es precioso hoy, es por ser intempestivo, por preservar de las recetas, de los programas, por apreciar lo inesperado y lo anodino, y por acogerlos sin dañarlos, por tener tacto frente a lo más secreto, dando cuenta de ello con justeza y por medio del detalle singular. Racionalista de otro modo, resta poético.

Encontrar las sorpresas, bonita apuesta. No consuelan, ni evitan la vanidad de lo que constituye la sal de la vida, una pequeña nada, decisiva.

¿En qué?


Judith Miller

Journal des Journées Nº 2

3 de septiembre de 2009


Mosca del cochero

Lo que me surge como respuesta a la pregunta del “como”, Jacques- Alain, es que “psicoanalista” determina a este “cómo”.

Me explico. Un hombre a quien le preguntaba cómo se había vuelto arquitecto, me habló de la dificultad hoy para realizar una misión para la cual se siente uno destinado. Me sorprendí: no evocaba sus estudios, su formación, ni la cuestión de los recursos financieros, intelectuales, prácticos, que eso suponía. Ponía por delante espontáneamente, su compromiso subjetivo, el sentimiento del destino. Su interpretación singular de ese “oficio” de arquitecto asociaba este a una misión. El “cómo” depende de su interpretación de lo que es ser un arquitecto.

¡Y bien! me parece que el “cómo” asociado a “psicoanalista” depende de la interpretación muy singular que cada psicoanalista hace de esta – yo no diría “misión”, y tampoco “oficio” – de esta “posición”. Uno se posiciona como psicoanalista con los psicoanalizantes, y con una cierta mirada sobre la vida. Lo que me hacía decir recientemente que los psicoanalistas no duermen. Son insomnes. Un efecto de esta posición de analista.

Una palabra sobre mi propio « cómo », que tiene que ver por otra parte con el insomnio.

Siendo niña, se me reprochaba “dar vueltas como una mosca” (faire la mouche du coche). Era un leitmotiv de mi madre. Nunca estaba en mi lugar, molestaba, muchas veces querían espantarme – para decirlo familiarmente. Como la mosca que molesta al cochero, y le impide avanzar tranquilamente, proseguir su camino.

“Mosca del cochero” hacía eco a mi “posición” en el deseo de mi madre, a la que molesté naciendo, luego existiendo.

De esta posición de molestia a la de psicoanalista, existe la marca de lo que Lacan llamó lo real, para mí. Una posición que molesta, pero esta vez, calculada y deseada


Dominique Miller

Journal des Journées Nº 2

3 de septiembre de 2009


Mi sueño con Lacan

Lo fastidioso, es que la generación del 68, no es más que por una vez. Y el encuentro con el Lacan de carne y hueso, es Nevermore – hasta el Juicio final. El inconciente, que no conoce el tiempo, tiene dificultad, lo hemos visto, en hacerse a la idea.

Es cierto que el inconsciente tiene dificultades para hacerse a la idea de que Lacan ha muerto. A modo de ejemplo, va este sueño y su après coup, once años después.

La noche previa a tomar el avión para iniciar mi penúltimo análisis tengo el siguiente sueño:

Estoy en el consultorio de Lacan, en la sala de espera. Conmigo están algunos analistas conocidos y, por supuesto, Gloria. Es mi primera entrevista. Finalmente, me encuentro frente a Lacan y le digo “Estoy planeando volver a vivir a Buenos Aires, pero dudo.” Lacan, risueño, enfático, me responde “¡¡Pero eso es un diagnóstico de estructura!!” Yo agrego “Sí, pero además fui una desaparecida”. Lacan, con expresión grave, dice entonces: “Ah! Eso es otra cosa.” Se levanta y corta la sesión.

Despierto angustiada.

Esto fue en el año 1985. Lacan ya llevaba muerto cuatro años. Yo nunca había estado en su consultorio y sólo lo había visto en persona en el Encuentro del Campo Freudiano de 1980, en Caracas.

Cuando al día siguiente encuentro a la que sería mi analista, le cuento el sueño y hago hincapié en el “diagnóstico de estructura” que me hacía Lacan, “respondiéndome” así a una pregunta que me acompañaba desde los veinte años, cuando inicié mi primer análisis. “Eso está por verse”, contesta ella con un gesto de desdén.

En 1996, y en el transcurso de mi último análisis, tengo otro sueño. Estoy en un departamento con un hombre. Se escucha el ruido del ascensor que sube. Van a descubrirnos. Retrocedemos hasta llegar a un balcón. Ya no hay donde esconderse. Se abre la puerta. Fin del sueño.

“¿Quién sube?”, pregunta mi analista. “Es la esposa, respondo, pero está vestida con mi impermeable”. El analista corta la sesión.

A la salida, concluyo: “¿Quien sube? Es el Otro, pero rebajado a mi semejante”

A la sesión siguiente le cuento mi conclusión a mi analista, que la celebra.

El “diagnóstico de estructura” que obtuve a partir de ese “¿Quién sube?”, diagnóstico que quedó en suspenso durante tantos años llevándome a menudo a resignarme a ser una “histérica sin síntomas”, me permitió identificar el sufrimiento que me infligían mis pensamientos y la angustia que me suscitaban los “capitanes crueles” con los que lidiaba diariamente.

Si me refiero a estos dos sueños ahora, es por la función que la puesta en forma del síntoma y la localización de la estructura clínica (¡tan demodée!) tuvieron para mi análisis. Y por sus efectos imborrables de formación.

Esto no agota, por cierto, la segunda parte de aquella sesión inolvidable con “Lacan l’inconscient” y lo traumático que retorna en el segundo sueño: el ruido del ascensor y el “van a descubrirnos”. Pero eso es harina de otro costal.


Graciela Brodsky

Journal des Journées Nº 13

17 de septiembre de 2009

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