Responsable: Vera Gorali



Bienvenidos al blog del Ateneo y Seminario de Investigación "La práctica analitica del Campo freudiano en Argentina desde 1980". Aquí daremos a conocer los resultados de un trabajo en proceso que interroga cómo es la experiencia analítica para los analistas lacanianos del Campo Freudiano a lo largo de 30 años. Ésta va modificándose en concordancia con lo expuesto por Jacques-Alain Miller en su curso semanal de París titulado "La orientación lacaniana", quien en su lectura de la Enseñanza de Jacques Lacan sostiene una permanente interpretación de la época

Esta búsqueda se realiza en el marco de la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UPJL), por lo cual el estilo y los objetivos de las universidades populares serán una referencia constante.


Integrantes del ateneo:

Sophie Battistini-Caussil, Raquel Garcés, Horacio Gargano,

Ana Larrosa, Julio Monzón,Carlos Gustavo Motta,

Marta Peña, Rosana Salvatori, Edit Beatriz Tendlarz, María Videla, Gabriel Vulpara


jueves, 29 de abril de 2010

Selección Mensual del Journal Des Journées 3

Editorial

Nuestra tercera edición mantiene una simetría de formato (carta y respuesta a la misma) acerca de la política de la Escuela pero dirime dos asuntos diferentes: la posición de la Escuela de cara a sus miembros y la cuestión del pase.

Dejo la primera al azar de la lectura. Respecto de la segunda creo necesarias algunas aclaraciones dado que nuestra intención sigue siendo la de alcanzar lectores más allá de los muros de la EOL y la AMP.

¿Qué es el pase? Es una invención de Lacan. Lo defino como el rasgo diferencial del análisis lacaniano: éste es terminable y su fin no es una declaración del analista que “otorga el alta” sino una decisión del analizante que se ve “transformado” en analista. Se puede demostrar por medio de un dispositivo sencillo pero que se sostiene de una estructura triple: el pasante que cuenta el momento en que se realizó para él esa mutación, el pasador que escucha ese testimonio y a su vez lo transmite, lo hace pasar a una comisión o cartel designado a tal fin. Es este quien, sin haber escuchado directamente al pasante decide si ese testimonio da cuenta de que ahí hay “del”(1) analista y lo nomina -o no- Analista de la Escuela.

Un dispositivo inédito que apunta directamente a la enunciación y no a los enunciados que nos parece importante dar a conocer.


Vera Gorali

(1)"du psychanalyste " es la frase que usa Lacan


Comentarios a la carta de Yves Depelsenaire

El problema de las admisiones: Una institución vive, querido colega, como vive usted. Usted fue joven, usted es viejo. Una institución que nace, que se debate por existir, es agradecida con quienes quieren unírsele en la indigencia en que se encuentra. Usted sabe en qué situación estábamos a la muerte de Lacan. ¿Quién era la Escuela? Un pequeño grupo de jóvenes responsables que se engancharon; algunos mayores: los Lefort, los Lemoine, Wartel, Razavet, otros; y unos 100 miembros de la disuelta Escuela de la que la ECF era la balsa de la Medusa. Para hacer número se aceptó a 50 miembros que provenían del Departamento de Psicoanálisis de París VIII y aún a 50 que venían de ninguna parte como usted dice.

La Escuela del 2010 no es ya la Escuela de 1980, para lo mejor y para lo peor. Unirse a la Escuela hoy día no es subir valientemente a un esquife en el que se apretujan los restos de un desastre oscuro, es entrar en un establecimiento de buena reputación, potente y respetado, tan ricamente dotado como para aflojar los cordones de su bolsa sin percatarse siquiera, pertrechado con todas las acreditaciones sociales, introducido en los Ministerios, y que es parte de una vasta red internacional de estrechos vínculos. Entonces, si la Escuela ha cambiado hasta ese punto ¿es tan sorprendente que las condiciones de admisión en la Escuela hayan cambiado también?

No fue diferente en el comienzo de la Escuela freudiana, hace ya tiempo, en 1964. Para llegar a duras penas al centenar de miembros, fue preciso que Lacan pescara a un mocoso de veinte años, que lo leía desde hacía seis meses, y a dos de sus camaradas cuando ninguno valía ni un comino (yo, Milner y, si mi recuerdo es bueno, Yves Duroux). El diálogo de Susanne Hommel con Lacan pone de manifiesto la mentalidad del momento: “Acabo de pedirle que sea miembro de la Escuela. - Pero le pido que sea miembro de la Escuela. No todo el mundo quiere hacerse miembro de la Escuela”.

Sólo que, en la Escuela freudiana, la política de admisiones permaneció sin cambios. De manera que, en dieciséis años, alcanzó y sobrepasó la cifra de 600 miembros (a pesar de la sangría ocasionada por la revuelta de notables y su marcha para fundar el “Cuarto Grupo”). Desde 1973, cuando volví a estar en contacto con la institución, los lacanianos, los lectores de Lacan al menos –digámoslo así- eran mucho menos numerosos en ella que los alumnos de Doltó y de Jean Oury (psicoterapia institucional) juntos. Este crecimiento, alimentado por los jerifaltes que empujaban cada uno a sus confidentes, fue una de las causas de la desaparición de esa Escuela.

Considero que si la Escuela sobrepasa este año la frontera de los treinta años, su crecimiento mesurado, el hecho de que seamos 377 o 378 miembros (cifra que me acaba de proporcionar Anne Ganivet), no carece de importancia.

No olvido a los dos pasadores a los que usted mencionó y que se quedaron fuera de combate, injustamente dice usted. Hace falta que nos diga algo más: ¿han hecho ellos el pase, sus pasadores? ¿han tomado la palabra en las últimas Jornadas? y por lo demás ¿por qué no decir quiénes son?

“Un deseo demasiado grande”. No me gusta más que a usted esa frase que trae a colación. El problema no es el “demasiado”. ¡Quiera Dios que se nos unan colegas muy ambiciosos! Tenemos más que temer de aquellos cuya ambición se limitara a llegar a ser miembros. El problema, en mi opinión, no es tanto reconocer como promover. Y digo que la Escuela, si quiere ser algo distinto a una ficción –si deseamos que exista, que sobreviva y, mejor que sobrevivir, que se regenere periódicamente, debe dar prueba de algún egoísmo institucional: ¿qué se puede hacer por ella? ¿qué se le puede aportar, qué saber, qué energía, qué promesas? No, la Escuela no está ahí para recompensar a los meritorios, ni para servir de asilo a viejos servidores, ni para dar gusto a sus simpatizantes. No es “una madre suficientemente buena” ni tampoco “un frío monstruo”. La Escuela es un cálculo sobre el porvenir. Provino de la apuesta sobre el porvenir hecha por Lacan y que fue una disolución. Esa apuesta se ha ganado. Nos toca apostar a nosotros.

Ningún chantaje a la pureza. En tanto que tiene miembros, que los selecciona, la Escuela no es el psicoanálisis puro, es psicoanálisis aplicado. Es psicoanálisis aplicado a la constitución y el gobierno de una comunidad profesional, y a las relaciones de esa comunidad con los poderes establecidos en la sociedad y el aparato del Estado. Durante los años en que estuve en el Consejo, me preocupé por el pase, me preocupé también de que el número de no médicos estuviera, entre nosotros, equilibrado con un número similar de médicos. Lo que no carece de importancia en el reconocimiento del que goza la Escuela. Y para reconocer, es preciso ser reconocido. Un médico le aporta a la Escuela un crédito social que un no médico no le aporta. Es así. Una gestión prudente del interés de la institución lo tendrá en cuenta.

Los ni… ni… ¿Hay que sorprenderse, hay que indignarse de que la Escuela sea reticente a admitir a no médicos y no psicólogos? El mundo cambió desde que el encantador X* fichó al encantador Y*. Se nos impuso la enmienda Accoyer y no a falta de haberla combatido. Actualmente toda Europa reglamenta la práctica “psi” sobre bases comparables. Desconocerlo sería poner en práctica lo que se llama política del avestruz. La Escuela no existe en el cielo de las Ideas, es una institución que se debate por la causa freudiana en un mundo efectivamente real, wirklich, y esto trae consigo adoptar compromisos, sí –a condición, desde luego, de que sean “revolucionarios” como decía alguien, quiero decir que hagan avanzar la causa. En el fondo, sólo me entiendo con los “hegelianos”, quiero decir con quienes tienen el concepto de la “ley del corazón”. François Regnault sabrá multiplicarlos entre nosotros. Lacan, dígase lo que se diga, siempre permaneció fiel a Hegel, al menos en esto.

Por lo tanto, en adelante, será más difícil llegar a ser miembro de la Escuela si no se es médico ni psicólogo (yo no lo soy más que Vd.). Precisamente esto nos permitirá admitir a los ni… ni… con talento, que serán necesariamente poco numerosos. Hacerse psicólogo no es el fin del mundo de todos modos. Cuando Laplanche, alumno de l´Ecole Normale Supérieure, quiso hacerse analista, Lacan le conminó a que hiciera estudios de Medicina. Era a mitad del siglo pasado. No veo nada indecente en explicar al novato que el psicoanálisis no le dispensa de pagar las facturas ni de darle al César lo que le corresponde. Para él, ese principio es de tradición.

Una subversión de utilidad pública. Una institución, considerada como el conjunto de sus miembros, pertenece evidentemente al registro de la extensión. La definición del miembro en cambio es una cuestión de intensión. Si se quiere que el conjunto E, puesto por “Escuela”, no contenga más que a psicoanalistas, sólo hay que aceptar entonces a A.E –suponiendo que los jurados sepan lo que hacen. Lacan lo pensó: es la fórmula que propuso a sus alumnos italianos (Autres écrits, p. 307). Su práctica fue muy diferente: presencia de no analistas (idem p. 269-272), nominación de A.M.E, hechos para responder “con respecto al cuerpo social” (ibidem p. 294).

¿Por qué una Escuela? Se trata en suma de crear y hacer perdurar una institución que satisfaga plenamente las exigencias del Estado y de la sociedad, aunque albergando en su seno una práctica subversiva del sujeto llamada psicoanálisis puro. ¿Por qué dar pruebas, recibir asentimientos? ¿Por qué ese gran despliegue de semblantes? A fin de alojar el pequeño alveolo imprescindible para la formación de los analistas y su acreditación por otros analistas.

¿La institución, sus compromisos, incluso sus ardides decepcionan a sus fantasmas? Suprima todo eso, ya no hay Escuela y ya no hay alveolo. Un agujero nunca existe solo. Un agujero no existe en el vacío. Es lo contrario ¿quiere usted consolidar la institución a tenor de su época? ¿modernizar, incorporar la institución a la sociedad, a los “media”, al mercado? ¿llegar a ser un engranaje del Estado o uno de sus pseudópodos, la Universidad, la asociación Aurora o qué sé yo más? Entonces ningún alveolo tampoco. No encontrará receta, ni matema, que le diga cómo hacer, que le dé indicaciones en cada caso, en cada circunstancia, de cómo negociar el pase entre Caribdis y Escila. En esto se navega a ojo.

Malthusianismo. ¿Alguna vez dio pruebas la Escuela de un “inveterado malthusianismo”? Discutámoslo. A mí me parece que durante más de un decenio hubo una gran penuria de jóvenes en la Escuela de la Causa, como en las demás instituciones psicoanalíticas. Hacia 1995 nos faltó una generación. Ahora la juventud ha vuelto a encontrar el camino de la Escuela. ¿Y por qué? ¿Y cómo? En mi opinión fue el voto unánime de la Escuela contra la enmienda Accoyer y el rigor de una serie de Foros, nunca vistos hasta entonces, lo que nos valió el favor de la juventud. Entre todas las instituciones analíticas una sola, la nuestra, demostró en acto, y asumiendo todos los riesgos, que tenía todo su empeño puesto en el porvenir del psicoanálisis y que luchaba, aquí y ahora, en la Wirklicheit, no por sus actuales miembros, que en modo alguno estaban amenazados, sino por sus menores. No olvidemos que, en un mes, nuestra ofensiva-relámpago de noviembre del 2003 triunfó sobre un texto que, sin embargo, fue votado por unanimidad en la Asamblea Nacional (el 3 de diciembre Accoyer retiraba la enmienda en su primera forma; dejemos que otros deploren la indebida influencia de los intelectuales, o de los grupos de presión, en la vida política nacional). Y a partir del 2004 (o del 2005) las Secciones clínicas revelan una afluencia inédita de jóvenes. Imagino que es esa generación la que, en noviembre último, subió a escena. La generación Jornadas es la generación Foros, cinco años después.

El pase a la entrada. Efectivamente tuve la tentación de reanimar el pase, entre nosotros, recordando que los candidatos al pase que no fueran nombrados A.E podían sin embargo ser recomendados por el jurado para que el Consejo los nombrara miembros. Esta práctica se introdujo en nuestras costumbres. Pero propuse también otra cosa: que, sin pretender sin embargo estar al término del análisis, se pudiera pedir la entrada en la Escuela, como miembro, por medio del pase. Esta propuesta fue adoptada con tanto entusiasmo y fue objeto de tal propaganda (“¡Adelante, es el momento!”) que hubo que volver a considerarlo todo de nuevo. Cuando se puso de manifiesto que los jurados del pase no iban mucho más allá de comprobar que el sujeto en cuestión estaba en análisis, el “pase a la entrada” quedó en suspenso. ¿Quién habría podido prever que las Jornadas de noviembre iban a verlo renacer? ¿Que un sujeto, escribiendo para el público, diría hasta tal punto más que al mandatario de un Consejo que lo recibe a solas? ¿Diría tanto, o casi tanto, como a un pasador? No he acabado de meditar sobre esto. Le invito a que lo haga.

El seguidismo. En treinta años ha tenido tiempo usted de convertirse en un anciano, tiene una experiencia y una sabiduría por comunicar en adelante a esos jóvenes que salen, todo fuego, todo pasión, de las Jornadas. ¿Qué experiencia? que las consignas cambian; que el CPCT, puesto un día por las nubes, es pisoteado al siguiente; que un “¡viva el pase a la entrada!” anuncia su próxima cancelación. ¿Qué sabiduría? algo así como “a menudo la mujer varía, loco el que de ella se fía”. Pero ¿quién varía aquí? ¿quién dice blanco después de haber dicho negro? ¿quién lanza las consignas y después las anula? Usted no menciona mi nombre pero ¿quién no lo ha comprendido? No es usted el único, además, que percibe los avatares de la institución en ese registro grotesco: uno de nuestros colegas recomienda a sus amigos: “no hacer nunca lo que JAM pide, en un mes habrá cambiado de opinión”; para otra colega no es lo que yo enuncio lo que constituye un problema sino mi “modo de enunciación” y sus efectos de sugestión. En resumen, ninguna oposición al fondo sino frases satíricas sobre mis supuestos bandazos y burlas hacia quienes ajustarían su paso al mío sin pensarlo antes.

¿Qué quiere que le diga? Lo asumo. Toda “Massenpsychologie” incluye efectivamente esos fenómenos que usted clasifica bajo la rúbrica de “unanimismo”, mejor dicho “seguidismo”. Es un aspecto de las cosas. Privilegiarlo no conduce lejos: o bien se retira uno en el despecho, la envidia, o la cólera, incluso el humor; o bien se afana uno incesantemente en desanimar, en desmoralizar, a los “seguidistas”. En ambos casos se juega, como usted señala, al non-dupe. Con poco gasto se siente uno superior a la masa. En cuanto a mi variabilidad, permítame que le cite mi respuesta a mi amiga Flory, de Buenos Aires, aparecida en el número 68 del Journal, el 8 de diciembre último: “En el 2000 era urgente dar a la AMP su identidad propia después de veinte años de Encuentros Internacionales. Al calor de esos Encuentros se forjó la EOL, y además la AMP y la EBP. Pero ese período, si se prolongara indebidamente, conduciría a la confusión: había que cortar. Hace diez años que estamos entre nosotros en la AMP. Hemos conquistado nuestra identidad. En adelante la AMP nos aprisiona, a nosotros. Se creería que la AMP se ha convertido en una comunidad de propietarios. Por lo tanto, nuevo giro didáctico: abrir, no completamente sino lo bastante para dar una perspectiva a los jóvenes y también para renovar las maneras y el estilo de nuestros intercambios que, en los últimos tiempos, han envejecido seriamente. Pedir que se tome en cuenta el factor temporal. Ningún reglamento es válido para siempre. En un principio produce los efectos positivos que motivaron su promulgación; después, pasado un tiempo Tx, llegan los efectos negativos. La apertura se convierte en caos, el rigor se hace mortífero. Por lo tanto, no se trata de pensar que “Miller cambia de opinión como de camisa, un día cierra, otro abre”. Los queridos colegas que lo dicen olvidan que el tiempo, quiero decir la duración, modifica el efecto de los procedimientos. Cuando los responsables están atentos, pueden hacer evolucionar las cosas con suavidad. Si no se preocupan, si dejan que las cosas fluyan, los cambios se producen pese a todo, pero bruscamente”.

Por lo demás ¿cree usted que jugar a “estar-de-vuelta-de-todo” sea ayudar a que “el ala del deseo”, como usted dice, no decaiga de nuevo? Usted habla de un “entusiasmo por encargo” ¿Quién encarga qué? Usted no cuenta las veces que no he sido escuchado. ¡Ah! no se ha percatado, usted. Bueno, pues yo sí. Tengo la suerte de que, a veces, algunos me sigan, confíen en mí, y sin embargo no se sientan disminuidos (sino que les lleve más bien a producir). Puedo concebir que eso le exaspere, pero no me hará decir que esté mal.

En conclusión, no, yo no creo que, en la institución, el problema más agudo sea el seguidismo, ni mis llamados bandazos. En todo caso, sería más bien el inmovilismo, el in situ con apariencia de movimiento: el tiovivo de los caballos de madera. No se sigue a nadie cuando se gira en redondo, efectivamente. Ya que es usted más sensible que otros a ese fenómeno del seguidismo, sería menester, me parece, que me ayudara a examinar el uso que hago de esa autoridad que se me consiente en la institución: ¿es bueno, es malo? ¿cómo debe ser en el futuro? Es algo que merece discutirse.

La gerontocracia psicoanalítica. Encuentro graciosísimo que los viejos diagnostiquen en los jóvenes un mal que se llama “demasiado deseo”. ¡Esa broma sí que es buena¡ Ahí tiene usted razón.

Da justo en el blanco (dans la mille).

Queda que la gerontocracia tiene sus partidarios, Confucio por ejemplo, cuya doctrina en este punto no parece obsoleta en China. La propia práctica del psicoanálisis, por razones de estructura, engendra una gerontocracia en la institución , y es una tendencia difícil de contrariar. Fíjese en la Escuela freudiana. Un primer lote de ancianos se marchó con Lagache a la I.P.A. Los otros, los que permanecieron con Lacan, se fueron cinco años más tarde con ocasión de la querella del pase. Lacan recuperó in extremis a Clavreul haciéndolo vicepresidente, Leclaire se instaló en el Aventino , los jóvenes de la época fueron promovidos a las plazas vacantes. Pero esa generación de 1964 se volvió “gerontocrática” mucho más rápidamente aún que las precedentes y, como un solo hombre, desertó de la ECF en cuanto la generación siguiente, la de 1980, asomó el morro. Me parece que esta generación, la suya, lo hará mejor que sus mayores: no querrá desalentar a la generación del 2010, sabrá abrirle la puerta y permanecer con ella hombro con hombro.

Una palabra más. ¿Cómo un psicoanalista que no puede orientarse en la sociedad en la que vive y trabaja, en los debates que la convulsionan, estaría preparado para tomar a su cargo los destinos de la institución analítica? Nada más actual que la gran idea que Lacan se hacía del psicoanalista en 1953 (antes de tener que empequeñecerla dada su experiencia con los psicoanalistas existentes) y el requerimiento que les dirige (Escritos p. 309): “Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes”. Podíamos desatenderlo en la época en que los poderes públicos se preocupaban poco de las actividades de los “psi” (lo que, por lo demás, Lacan deploraba). Puesto que, en el siglo XXI, el psicoanálisis es un problema de la sociedad, un problema de la civilización, la elección es forzosa: el pase sin el foro sería la Escuela convertida en secta, el pase hecho semblante. Lo que no quiere decir: tomar partido. Quiere decir: hacer demostración en acto de nuestra posición como psicoanalistas, no sólo en “la cura” sino en “la ciudad”. Por lo tanto, cita en el Foro del 7 de febrero.


Jacques-Alain Miller

Journal des Journées Nº 78

6 de enero 2010


1) Según la tradición, en uno de los conflictos entre patricios y plebeyos,

en el 494 A.C., los plebeyos se retiraron al Aventino y amenazaron con

fundar una nueva ciudad. Ante esta amenaza, los patricios cedieron a

las reclamaciones de los plebeyos. Por analogía, se ha llamado Secesión

Aventina a la actitud de los diputados opositores que abandonaron las

tareas legislativas durante varios meses, en protesta por el asesinato de

Giacomo Matteotti, durante el régimen fascista liderado por Benito Mussolini.


Carta del primero de enero

Soy miembro de la ECF desde sus comienzos. Fui acogido por el encantador Robert Lefort, uno de los pocos miembros de la antigua Escuela Freudiana de París en seguir fieles a Lacan después de la disolución. Guardo de nuestra entrevista un emocionado recuerdo. Tenía treinta años. No era ni médico ni psicólogo. Para ser breve, venía de ninguna parte.

He permanecido visceralmente vinculado a la existencia de esa Escuela. En un cierto sentido siempre representa para mí lo que fue en sus inicios: el lugar por el que Lacan apostaba para preservar su enseñanza. Joven y animada aún, … Y el día en el que tenga la sensación de que ya no lo es, dejará de interesarme.

En el momento presente, tengo poco más o menos la edad que Rober Lefort tenía entonces. No estoy seguro de que una acogida parecida me estuviese todavía reservada. Es lo que me motiva para escribir estas letras.

No hay nada más intranquilizador que el “jovenismo”. No pienso que sea suficiente con abrir la puerta de la Escuela a batallones de “menos de X años” para reanimarla. Pero es claro que su malthusianismo es deprimente. Lo que no es nuevo. Conozco excelentes colegas, ya no muy jóvenes y con razón, que se han cansado de llamar a las puertas de la Escuela. Algunos tienen la gran desgracia de no ser ni médicos ni psicólogos. La Escuela, supuestamente ligada al principio del psicoanálisis laico, parece, para mi sorpresa, haber integrado esa condición en la selección de sus miembros. Pero conozco otros que han hecho el esfuerzo de fastidiosos años de facultad de psicología y a los que no se les trata sin embargo mejor.

Incluso en la coyuntura que ha seguido a las recientes Jornadas, no se me ocurriría animarlos a presentar su candidatura, por temor a exponerlos a una nueva y cruel decepción. Y eso que muchos de ellos son laboriosos desde hace años en las diversas redes del Campo freudiano. Admiro su perseverancia. Los compadezco cuando los encuentro esculpidos y prestos a personales prestaciones a demanda.

Dos casos precisos y significativos me han sacudido. Se trata de dos personas que conozco bien por haberlos propuesto como pasadores hace una decena de años. Según los ecos que me han llegado, cumplieron su tarea con gran satisfacción de los carteles de la época.

Después no fueron admitidos en la Escuela. Como me extrañé un poco ante un miembro del Consejo, me respondió que estaban decididamente animados por demasiado deseo de reconocimiento. ¡Qué broma más buena! ¡Como si de un deseo impuro como ese cada uno en la Escuela estuviese limpio! Conociendo la modestia demasiado grande de los interesados y la autenticidad de su relación con el psicoanálisis, dejé el tema.

La Escuela sufre de otro mal que se ha revelado mejor que nunca en las Jornadas y que mi amigo Hellebois ha definido muy bien: el “unismo”. Es lo que me hace temer que, a pesar de los espíritus enaltecidos por esas Jornadas en las que el analizante tomó la palabra y en las que la singularidad de la enunciación fue eminentemente sensible, el ala del deseo se abata demasiado pronto.

Por mi parte, los entusiasmos dirigidos han tenido siempre ese efecto. Hellebois consigue divertirse. Es el buen remedio. Voy a tratar de arreglarme al respecto.

Estos últimos años, el “unismo” se ha manifestado en dos direcciones opuestas. Hubo primero el periodo “Todos a los CPCT”. Un periodo simpático desde muchos puntos de vista que trajo, no lo olvidemos y Jacques- Alain Miller lo recordó felizmente en el merecido homenaje a Hugo Freda, a muchos jóvenes colegas hacia la Escuela como lugar privilegiado de formación clínica. Después, como consecuencia de las objeciones, ciertamente fundadas, expuestas por JAM, vino el periodo ¡oh qué poco simpático! del “Horror CPCT”.

Conocimos el mismo movimiento con “¡Viva el pase a la entrada!, seguido del “¡Que nadie entre aquí si antes no lo está!” ¿Apertura-cierre del inconsciente, imparable golpeo dialéctico, lo ineluctable?

¿Qué grito brotará dentro de unos meses? No jugaré al incauto y al pájaro de mal agüero. No presumo de nada de eso. Pero, ¿cómo hacer para que lo que se promete no sea comido con cubiertos de aplausos? That´s the question, y no hay naturalmente respuesta precocinada. Sepamos al menos lo que nos cuelga de la nariz.


Yves Depelsenaire

Journal des Journées Nº 78

6 de enero de 2010


De cerca y de lejos

Con este título que rinde homenaje a Claude Lévi-Strauss, sigo en el debate abierto por la carta de Estela Paskvan en el Journal des Journées nº 73, “Autonomie”. Me resultó, en efecto, extraño leer que “el pase se ha alejado tanto de los miembros”, que “el dispositivo se nos escapó de las manos”, que “los miembros de la ELP empezaron a perder de vista el dispositivo”, que “es el dispositivo quien goza de tal autonomía respecto de los miembros”.No es la sensación que he tenido pero tampoco la que he recibido de los miembros de la Escuela, incluso después de la fecha en la que supuestamente se habría hecho manifiesto este fenómeno. Repasando los datos de los que dispongo sobre el dispositivo del pase en la EEP y en la ELP desde sus inicios, -donde he cumplido como Estela Paskvan la función de secretariado del pase -, viendo las composiciones de carteles y secretariados del pase se hace más bien patente una clara vocación de enraizarse en lo local. ¿Pero qué querría decir que “el dispositivo está lejos”? En realidad, el dispositivo no está más lejos ni más cerca que lo que permite hoy el teclado del ordenador a cada uno en el momento de formular su demanda de pase al Secretariado. El dispositivo es un artefacto pensado para atrapar algo de la experiencia, es un hecho de discurso y la distancia en cuestión depende finalmente del lugar de enunciación que uno sostiene en relación a la experiencia y a la Escuela como Una. Después, en efecto, uno tiene que viajar, cubrir ciertas distancias más o menos largas en la realidad. Pero este ha sido desde siempre y deberá seguir siendo el destino de los miembros de las Escuelas de la AMP, el de moverse lejos de sus ciudades… No, no puede ser el dispositivo mismo el que se aleja, en todo caso es uno mismo el que se siente alejado de él por razones que pueden ser diversas y que hay que dilucidar todavía. “Mira, aquel tren que se está yendo” puede decir alguien desde el tren en el que viaja cuando en realidad es éste el que ha empezado a moverse en relación al otro que sigue detenido en el mismo lugar. La buena pregunta seria entonces: ¿hacia dónde ha empezado a moverse el tren que me lleva, tal vez sin yo saberlo? Es la verdadera pregunta que debemos hacernos para empezar a dilucidar también las dificultades del pase: ¿hacia dónde se mueve hoy la ELP?

Una primera respuesta que puedo extraer de conversaciones que he mantenido hoy mismo con miembros diversos, y de diversos lugares de España: se mueve en direcciones distintas, y se mueve con la fuerza centrífuga que ha sido de hecho y desde su inicio su principal fuerza generadora… El término “fraccionamiento” me ha sido evocado en al menos dos de estas conversaciones y es el modo en que se experimenta hoy esta fuerza centrífuga en algunas ocasiones. En realidad, esta misma fuerza, correlativa a la “dificultad” de hacer existir la unidad española evocada por Jacques-Alain Miller en diversos momentos, esta misma fuerza fue también la que permitió la creación de la ELP. Pero lo fue sólo a condición de tener muy presente la dimensión mediadora, deslocalizada, que el Campo Freudiano supo insuflar en ella desde mucho antes de su comienzo.

“Mediación” es la palabra que Jacques-Alain Miller ha utilizado para hacer de contrapeso a la “dificultad” antes mencionada. Por mi parte, debo decir que con el tiempo he aprendido a tomarle gusto a esta dificultad que impide definir el rasgo que el adjetivo “español”, - como el adjetivo “catalán” “gallego”, “vasco”… - vendría a completar en un conjunto. Creo que es en esta dificultad preservada, tanto como incompleto es el conjunto del que deriva, donde se funda el rasgo específico de la ELP como tal. Pero entonces se hace mucho más presente la necesidadlógica de esta mediación que, de hecho, la precedió.

Un comentario más sobre la “mediación”. La mediación hace falta no sólo cuando un elemento (Escuela, comunidad, sede, miembro… .) no puede vincularse con otro - función cuanto más necesaria, más pasajera - sino cuando la Escuela misma no puede tomarse como Otra para sí misma, cuando cada punto, elemento o miembro de ella no puede tomarse como Otro para sí mismo. Dicho de otra forma: cuanto mas difícil es sostener y hacer algo con la no relación, más mediación hace falta.

La Escuela Una, como concepto y como experiencia, es nuestra mediación. Pero por sí misma no puede cumplir su función de “más uno” en las Escuelas y en cada Escuela sin una posición activa y decidida de sus miembros. La experiencia del pase es, entre otras cosas, un modo para que esta mediación (que lo es también de cada analista consigo mismo para seguir siendo analizante) no se convierta en simple pacto, en acuerdo tácito y táctico de reconocimiento sino en verdadero sujeto de la experiencia. Es esta Escuela y este pase lo que debe advenir, cada vez, al lugar de lo imposible de la relación.

Se trata entonces de saber situar hoy, en cada lugar de la Escuela, en cada una de sus actividades, esta mediación, no como un ideal hipnotizante o sugestivo sino como la función necesaria del “al menos uno” que descompleta el conjunto y hace a la vez de agente provocador para cada uno de sus elementos. La propia función del éxtimo, pensada en las nominaciones de AE hechas por los carteles del pase en varias Escuelas, responde a esta necesidad. Debe ser también la función de los propios AE como analistas de la experiencia de la Escuela, pero también debemos saber localizarla y utilizarla en dada uno de los actos que hacen la Escuela cuando sus miembros se sienten implicados en ella. Esta mediación, cuando se trata de la relación del analista con su ser analizante de manera permanente, es el pase mismo.

Desde esta perspectiva, algo se hace entonces patente: sustraigamos este elemento mediador que anuda las Escuelas en la AMP, que anuda también la experiencia de cada miembro con los otros en la Escuela Una, que anuda a cada analista con su ser analizante, y el alejamiento recíproco se produce de forma automática, sin poder saber ya nunca más, cada uno, quién se ha alejado de quién.


Miquel Bassols

Journal des Journées Nº 76

23 de diciembre de 2009


Autonomía

En estos días, cuando leo y escucho acerca de “la escuela del pase”, se me aparecen escenas de reuniones, retazos de asambleas, discusiones acaloradas. Todos ellos referidos a la fundación de la escuela, aquella del 90 y que se llamó EEP. Fue “europea” porque no lograba ser “española”… aún.

Esa escuela nació al mismo tiempo que J.-A. Miller formulaba “la pregunta de Madrid”, la pregunta que se extendió rápidamente por el Campo Freudiano -entonces no había más escuelas que la ECF y la de Caracas- y que se resumía en “¿Qué les parece dejarles a ustedes mismos la libertad de entrada a la Escuela, según los dos modos diferenciados?” Así él proponía un nuevo modo de entrada a la escuela: por el pase, y así causaba eso que se llama “elaboración provocada”. Y no era de pico, la elaboración fue de verdad y en eso estuvimos de lleno todos los miembros, adherentes y “aspirantes” aproximadamente cuatro años. Terminamos siendo “expertos” en el pase y su dispositivo; no sólo se discutía vivamente de teoría y clínica del pase, sino también de reglamentos, incompatibilidades, etc. Y llegó el momento de instaurar el dispositivo. “¿Cómo formar los primeros carteles?”, era la pregunta. J.-A. Miller recordó que había diez AE en la ECF, ¿por qué no hacer dos carteles con gente tan honorable? Aprobación entusiasta por todos. A eso siguió: “¿Quiénes designarían los primeros pasadores?” J.-A. Miller se sacó de la manga una propuesta que hoy parecería inverosímil: todos los que consideraran que un colega podía desempeñar esa función (y fuera bilingüe) podían dirigirle a él su propuesta. Se comprometía a considerarlas, incluso a consultarlas con los analistas de los así sugeridos. Y por si fuera poco para infundir confianza, hizo pública esa primera lista de pasadores. Sí, eso funcionó así; los miembros de la escuela tenían el pase en sus manos. Aún recuerdo divertida la anécdota: me encontré con una colega que me dijo: “Yo te designé pasadora”. Según los informes de esos carteles, esos pasadores fueron “excepcionales” en su transmisión.

¿Qué ha sucedido para que el pase se haya alejado tanto de los miembros? E incluso, de las más “altas” jerarquías (me consta la ignorancia demostrada por algunos en cierta ocasión acerca del reglamento vigente). Intento explicarlo ¿cuándo fue que el dispositivo se nos escapó de las manos?

¿Fue a partir de la crisis del 98? Es verdad que fue un duro golpe; el clima necesario para el pase no fue precisamente favorable, la confianza

escaseaba y ciertas ausencias conseguían notables agujeros. Sin embargo, entre el 98 y el 2000 se jugó otro tiempo instituyente, el de la ELP, y ¡por fin!, la escuela… ¿española?, mejor, Lacaniana. El pase “desdoblado” retomaba impulso: muchos miembros preferían esta vía para entrar a la nueva Escuela. Pero esta vez -si recuerdo bien- el desdoblamiento fue de los carteles: uno, el español -formado por los AE españoles- para el pase de entrada; el otro, en París, para el pase conclusivo. El chiste por repetido ya no hacía gracia: “los AE como los niños vienen de París”. Pero también de allí vino la decisión: el pase de entrada finalizó -realizando un oxímoron-.

Hubo que esperar hasta enero del 2003 para tener un nuevo reglamento del pase de la EEP (hoy FEEP) y aún vigente. Allí figura en su artículo 3, cómo se constituye “el cartel hispanohablante”. Fue a partir de este momento que los miembros de la ELP empezaron a perder de vista el dispositivo.

La Asamblea de la EEP en el Congreso de Roma de 2006 señaló el momento definitivo. Se presentaron a la asamblea unos nuevos estatutos a fin de convertir la Escuela Europea en una Federación. Antes de su votación, pedí la palabra para apoyar la decisión de transformar esa Escuela en una Federación -sobraban razones- pero veía una dificultad para votar afirmativamente. Esa era, precisamente, que la Federación conservaba el poder sobre el dispositivo del pase y desaparecía la última instancia de control de los miembros: la asamblea. Pedí que se considerase la posibilidad de que el dispositivo del pase estuviera en manos de ELP con un nuevo reglamento; esa Escuela ya había dado pruebas suficientes de poder asumirlo. Se respondió que sí, que era pertinente, que se consideraría…en fin, nada cambió desde entonces. Por más que esté escrito en algún anuario que “…la ELP es completamente autónoma y tiene su propio cartel del pase”, eso no es cierto, pero no es lo importante. Es el dispositivo quien goza de tal “autonomía” respecto de los miembros que nadie sabe de él.

Esta situación resulta, a mi entender, de la inercia propia del funcionamiento cuando lo instituido sólo responde al “que siga marchando”. Llegados a este punto, mejor confiar en la decisión de las personas que en dicho funcionamiento. En ese sentido, celebro con entusiasmo que en el Journal des Journées se haya comenzado a hablar “a cielo abierto”.


Estela Paskvan

Journal des Journées Nº 73

11 de diciembre de 2009

Selección Mensual del Journal Des Journées 2

Editorial

En este segundo número de la Selección nos interesa poner el acento en el texto con el que Jacques -Alain Miller dio a conocer su más reciente creación: la Universidad Popular de Psicoanálisis Jacques Lacan (UPPJL) que reproducimos a continuación. Con sorpresa y entusiasmo acompañamos ese acto inaugural, que introduce una perspectiva diferente a los intentos realizados en diversas instituciones analíticas para hacer reconocer las instancias de formación propias de cada una. Su novedad radica en que no cede sobre los principios que rigen la práctica analítica. Le sigue ahora un tiempo de reflexión para comprender sus alcances. La universidad se define como un establecimiento dedicado a la enseñanza e investigación , facultado para entregar grados académicos y títulos profesionales. Pero los analistas sabemos que no es posible otorgar un título de psicoanalista, ya que el psicoanálisis no es una profesión ni es producto del conocimiento, que los grados de analista practicante (AP), analista miembro de la Escuela(AME) y analista de la Escuela (AE) fueron decididos por Lacan respondiendo a una lógica interna al discurso analítico. ¿Cómo concebir una Universidad diferente, que no se ancle en el discurso universitario, donde se imparta una educación que no implique “la influencia ejercida sobre los educandos para la conservación de determinados valores morales y culturales” y, más importante aún, con una modalidad de evaluación que no sea ajena a la experiencia que se intenta calificar? ¿Cómo pensar una formación que, dentro de ese marco, no apunte a la identificación y que nombre sin fijar al nominado a un significante amo? La Universidad Popular como concepto tiene resonancias con la lógica de los grados pues no responde a una currícula fija y supuestamente progresiva; la formación que imparte no tiene tampoco exigencias académicas previas. Lacan demostró igualmente que el analista que se prueba tal por medio del dispositivo que llamó “pase” deviene AE (analista de la Escuela) sin otro requisito que el haber llevado la experiencia analítica hasta sus últimas consecuencias. Pero al alojar la cuestión del pase analítico –y con él la necesidad de probar la existencia de un analista cada vez- la educación que puede ofrecer está agujereada, tiene un límite de no-saber. Lo cual pone a los sujetos implicados frente a ese punto de división radical en el que – necesariamente desidentificados – pueden consentir o rechazar lo que se les ofrece como material teórico y clínico, sin “tragarse la píldora de falsas ciencias”.


Vera Gorali


La Universidad Popular Jacques Lacan (1)

Hay un tiempo para pensar – meditar, calcular, pronosticar, tergiversar – y hay un tiempo para actuar, acometer, pasar al registro del acto, lo que implica siempre atravesar a toda prisa la barrera del no saber. Hace ya algún tiempo que había puesto la idea a discusión, la de crear un potente polo de enseñanza en París, reuniendo bajo un mismo titular, sin poner en cuestión su autonomía de funcionamiento, las enseñanzas de la Escuela, las del Département de Psychanalyse, las dos Sections cliniques, el Collège freudien pour la formation permenente, l’Envers de Paris, los Grupos del Campo freudiano, ¿y qué más? Llegué hasta a evocar la idea de una Universidad europea y esta idea ha sido sostenida por Uforca, bien acogida tanto en España como en Italia. Faltaba lo que Stendhal llama "cristalización". Estas Jornadas son su ocasión. Son ustedes aquí más de 2000: es una afluencia sin precedentes. Sobre todo, por mucho que les disguste a los pájaros de mal agüero que nos prometen "la kermesse" porque ya no tenemos la cara de entierro que tradicionalmente es la de los analistas en cualquier circunstancia institucional, nunca hemos trabajado mejor, más seriamente y más agradablemente. Se desprende una línea política; la expongo a medida que se me revela, como un profeta que fuera su lógico; recibe estos días el asentimiento de la mayor parte. Pues bien, ha llegado el momento de concluir sobre el tema universitario, para ir por delante sobre más temas todavía. Digo "Universidad popular", porque el término es conocido, está en curso, y porque indica muy bien que nos tomaremos a pecho esta "educación freudiana del pueblo francés" por la que hacía mis votos a principios de este decenio – salvo para extenderla a todos los pueblos, tal como nos anima a hacerlo el ejemplo de Mirta Kadivar en la República islámica de Irán. Las religiones han conseguido orientar a la humanidad hacia divinidades de utilidad dudosa, y cuya existencia está sujeta a controversias. ¿Por qué retroceder ante la noción de una humanidad analizante? No es algo para mañana, se lo concedo - ¿pero para pasado mañana? ¡Tomorrow, the World! La llamo "Jacques-Lacan" porque procuraré que sea digna de este nombre. Será una asociación sin fines de lucro; intentaremos que sea reconocida de utilidad pública. Alojará el Polo parisino del que hablaba, al que se añadirán los principales establecimiento de Uforca, y los mejores del extranjero, como el ICBA (Instituto Clínico de Buenos Aires) o el Seminario franco búlgaro distinguido por Judith Miller. Me parecería bien que esta Universidad aloje un Instituto Lacan, dedicado a los estudios lacanianos. Veo que ayudará a los establecimientos de enseñanza del Campo Freudiano a reconfigurarse y a perfeccionarse, sobre la base del voluntariado y, ya lo dije, con el respeto por las autonomías de gestión. Reducir al mínimo el número de establecimientos de gestión directa. La Universidad Popular deberá dotarse de un departamento de publicaciones, en el que se reinscriba el Journal des Journées, LNA -Le Nouvel Âne-, Ornicar?, y abrir una Web y un Blog propios. Hago el acto. No tengo más detalles para comunicar. Los discutiremos después, con el espíritu de las Jornadas, win-win. Esta Universidad Popular la construiré a cielo abierto, bajo la tiranía de la transparencia, con aquellos que querrán colaborar con ella, en particular en el Journal des Journées, y en Twitter.


Jacques-Alain Miller

Traducción Miquel Bassols

(1) Creada el 8 de noviembre de 2009


Volver la mirada atrás

El debate sobre el pase en el Journal des Journées marcha hacia su primera escansión suspensiva : mañana a las 20hs, el Journal cesará de aceptar nuevas contribuciones sobre el tema . Su editor siente el deseo de de volver la mirada hacia atrás, como para ver la anamorfosis de los Embajadores. ¿Cómo diablos comenzó todo esto?


1

Apenas conozco a Sophie Gayard . Recuerdo haber tomado con ella una copa en la terraza de La Marquise, calle Vaugirard y boulevard Montparnasse, en compañía del equipo que salía de corregir un número del Nouvel Ane. La volví a ver una vez más, el año pasado, en mi escritorio, a pedido mío, para evocar las entrevistas que había tenido junto con los otros candidatos a entrar en la Escuela. Es de Sophie que,l miércoles siguiente a las Jornadas de Noviembre, recibí una carta que publiqué de inmediato, casi tal cual: creo recordar haberle pedido autorización para quitar un signo de exclamación. Releí esa carta. Candidata al pase, Sophie debió franquear, para escribirla, una reserva que se le adivina de naturaleza. Una voz se eleva, dulce, modesta, que no acusa a nadie sino a la que habla. Desde el sábado a la tarde, en la mitad de las formidables Jornadas que acaban de producirse, estoy ocupado con algo mío que no anda. Desde el sábado a la tarde, es decir después de la asamblea general de la Escuela. Una discusión comenzó respecto del pase, después de que Gil Caroz no dejara pasar la observación de Bernard Seynhaeve sobre –lo escaso sería aun decir demasiado- la ausencia de nominación de AE desde hace más de un año. No tomé la palabra pues no estaba completamente de acuerdo con una parte de lo escuchado. He aquí lo que hace mi disconformidad conmigo mismo. Ella dijo entonces algo simple y al mismo tiempo audaz y perfectamente original: la cuestión del pase no se reduce al AE; conviene tomar las cosas por otro lado; que “es el lugar del pase en la Escuela lo que está en juego”; que “es una batalla en cada instante”, homóloga a “la batalla concerniente al lugar del psicoanálisis en el mundo”. He aquí que, al final del texto, la voz, voz de escritura pequeña voz de mujer descontenta consigo misma, desplaza su punto de emisión para transformarse en la voz de algo así como el espíritu del psicoanálisis - trastornando los discursos rígidos , interpelando, atacando a cada uno de nosotros. Ciertamente, podemos sentirnos desolados porque el buzón del secretariado del pase esté vacía (¿lo está a ese extremo?) pero al decirlo ¿no estamos desconociendo que estamos a punto de –no se cómo decirlo mejor- “poner la falta del lado del otro”? Es eso lo que resonó tan desagradablemente a mis oídos en sábado a la tarde. Pues el dispositivo del pase implica a cada uno en la Escuela. ¿Qué dicen los pasadores ¿Qué dicen os analistas que los nombran?¿Qué dicen los pasantes no nominados ? ¿Qué dicen los analizantes que dudan de presentarse? Cierta recolección de esas múltiples experiencias, a pesar del uno por uno que singulariza cada una ¿no podría acaso esclarecer también la reflexión que se impone? Pues el pase no existe sin todos ellos.


2

¿Desde dónde hablaba esta voz? ¿Y de qué derecho? Y bien, simplemente del derecho de hablar –derecho felizmente preservado en esta Escuela, derecho de hablar sin tener título para hacerlo, derecho de hablar a diestra y siniestra, si, a veces y especialmente, cuando las bocas autorizadas están mudas y consideran hacerse los ausentes una decisión de alta política. Para ser breve, una Sophie descontenta de sí misma supo hacer lo que un Colegio del pase no supo, no quiso hacer: autorizarse de sí-misma, invitar a la Escuela a hablar; interpretar el deseo de esta Escuela mucho más allá de sus miembros legales; e inscribir la cuestión del pase en la política del psicoanálisis. Soy el primero en padecer la insuficiencia de ese Colegio puesto que me debe su nombre, su existencia y su función estatutaria.


3

Este Colegio se colocó por sí mismo fuera de juego . “No estoy para nadie”. No se trata de sus miembros, son excelentes colegas, y tan pronto liberados de su sujeción tomaron con premura su lugar en el debate. Pero este debate, el gran torcimiento que comienza no se lo debemos ni a ellos, ni a mí, se lo debemos al coraje de una voz menuda. Un Colegio sesionando a puertas cerradas y librando sus recomendaciones a un Consejo impenetrable era necesario en 1982 para reanudar con la experiencia del pase, ya que Lacan no estaba más aquí. Sus alumnos, pretendidos alumnos, pequeños astutos que habían comprendido que el medio más seguro de llenar sus consultorios consistía en pegarse a lacan lo suficientemente cerca como para que cayeran sobre ellos algunos de sus brillos –sus alumnos no tuvieron nada más urgente que negar el pase, calumniarlo, pisotearlo. Y bien, este Colegio modelo 1982, revisado en 2007, hizo implosión bajo nuestra mirada . Los sobrevivientes se precipitaron en el Journal del Journées, donde se reunieron, uno por uno, con todo el mundo. Hicieron bien. Esto significa algo: que en lo sucesivo, los fundamentos del pase serán discutidos por todos y a cielo abierto. ¿Oportunismo? ¿Populismo? ¿Adaptación a la “modernidad”, a la “posmodernidad”? Simplemente un retorno a las fuentes. Si el pase enraizó en la Escuela de la Causa freudiana es por tres razones:

1- Porque yo había demostrado, y ya durante la disolución de la Escuela freudiana de Paris, que no era una parte descartable de la enseñanza de lacan sino un punto neurálgico cuya ablación era imposible, a excepción de salir del campo freudiano propiamente dicho;

2- Porque yo le había dado forma operatoria por la redacción de dos textos reglamentarios, cada una de cuyas palabras había sido planteada, sopesada, escrutada, argumentada en el transcurso de largos, interminables debates durante un año entero.

3- Porque yo había obtenido sobre esos textos la aprobación casi unánime de los miembros de esta Escuela expresada por un voto en una Asamblea general extraordinaria. El crédito que este procedimiento a cielo abierto le valió al pase fue incrementado por la pertinencia de ciertas nominaciones (no por todas) que parecieron probatorias. Este crédito se dilapidó locamente . La futilidad del último Colegio del pase terminó por agotarlo. El fondo-de-confianza está, en adelante, vacío . Conviene reconstituirlo No alcanzará con algunos retoques, dos o tres parches, para que la economía libidinal vuelva a andar. La primer condición para superar la crisis del pase en la ECF es reconocer sin ambages que el pase de papa está muerto. Se tratará en el 2010 de refundarlo, como supimos hacer en 1982.


4

El Consejo de administración que en el 2007 tomó a su cargo modificar el texto votado casi por unanimidad de los miembros, cometió sin duda alguna lo que se llama en buen francés un abuso de poder. Oh! No le tiro la piedra a sus miembros: me enteré del procedimiento elegido, articulé mi desaprobación pero no me rebelé, dejé hacer; a pesar de estar en completo desorden, la afirmación repetida de la supremacía del “Bureau” parecía prometer un resulto esfuerzo para reanimar el pase.

El hecho es, a decir verdad, de poca importancia al lado de la deconstrucción metódica de la que fue objeto el sistema del pase que yo había montado Un ejemplo. En ocasión de una reunión reciente del Consejo al que asistí a título de invitado – la primera en la que acepté participar después de varios años- Esthel pudo decirme , sin ser desmentida que , desde hace siete años, no hay más enseñanza de los Carteles del pase, como figura o figuraba en buena y debida forma en los estatutos. Los estatutos no son nada si el deseo no está ahí


5

En definitiva, esto da esperanza . El pase ha sido, si puedo decirlo, construido por la mano del hombre, puede ser reconstruido por la mano del hombre. La atonía, incluso la asfixia del pase en la ECF tiene razones precisas. No todas son tan evidentes como las que evoqué, pero pueden ser cernidas. Ningún misterio. Causas y efectos. El instante de ver que Sophie Gayard fue para todos nosotros fue seguido de una cascada de “testimonios” que repercutían la sorpresa . La próxima “Conferencia sobre el pase “ inaugurará formalmente el tiempo para comprender que ya se instala con pasos contados en estas páginas. El momento de concluir le seguirá a su hora y en su lugar.


6

Hasta el presente el pasador ha sido curiosamente puesto como el centro de interés . El batallón de contribuciones salidos del Colegio del pase pesó en ese sentido. Es que lo más sustancial de su primera reunión (el secretariado me comunicó el acta), una “ronda” que llevó tres horas, fue un testimonio sorprendente sobre esa cuestión. Y todos, o casi, a pisarle los talones –pero, ¿acaso era ésta “la sartén por el mango”, el único objetivo? Hubiera podido interesarse, por ejemplo, en los jurados. Entonces se hubiera percibido la desaparición de las enseñanzas. Se hubiera sabido que el informe de los Carteles del pase había dejado de ser publicado en la revista –desde 2002, según me dijeron. Se hubiera llegado a cuestionar el deseo de esos Carteles estos últimos seis años y la interpretación del deseo de la Escuela por estos Carteles . Se hubiera tematizado el deseo de nominar y el deseo de no nominar, el deseo de alentar y el de desalentar. Los Carteles del pase, el tiempo de su función, son el Otro al que uno se dirige. ¿Cuál era su mensaje, estos últimos seis años, más allá del enunciado? Sin duda no se puede nominar a todo el mundo. Hace falta entonces la máquina de los rechazados . Y estos no tienen ningún motivo para alegrarse ni de entrar en las razones de sus jueces . Pero un afecto recurrente de desaliento parece provocar una epidemia en la Escuela. No ha perdonado ni a los mismos Carteles que se recluyeron en el silencio. Ahora hacen falta cifras . ¿Cuánto tiempo deberemos esperarlas?


7

¿Cómo serán los carteles del pase en la ECF después del 1º de enero? Yo estaré en uno, Eric laurent en el otro. Miquel Bassols y Serge Cottet, ex más-uno, se repartirán también, así como los AE Bernard Seynhaeve y Antoni Vicens. He aquí lo que resulta de los últimos seis años. Dos pasadores serán elegidos por sorteo . Dos más-uno serán electos. Por mi parte me gustaría dedicarme desde este sitio a mantener en la Escuela el espíritu de las Jornadas. Con el conjunto de los miembros y los famosos “nuevos inscriptos” trabajaré con gusto en repensar y refundar para el siglo XXI la preciosa invención de Jacques Lacan, la de un procedimiento que permite verificar el final de un análisis, al tiempo que desbarata la cooptación y el cierre (“Serrata” de Venecia ) que prefieren naturalmente las personas ubicadas.


Jacques-Alain Miller

Journal des Journées Nº69

12 de diciembre de 2009

Traducción Sophie Battistini-Caussil


Dos efectos inmediatos de una nominación

Pocas horas después de recibir la comunicación de mi nominación como AE, me dirigía a la EOL para un seminario que dicto conjuntamente con tres colegas. A punto de llegar me encontré desorientado, había pasado literalmente de la puerta de la Escuela. Afortunadamente encontré rápidamente la entrada que buscaba. Esa misma noche, un sueño sin angustia: una comida con colegas en el campo (argentino y Freudiano). No puedo establecer una conversación más allá de unas pocas palabras y me encuentro atendiendo a los movimientos de un amigo, ex AE. “¿Qué hace un AE en estas circunstancias?”, era la pregunta del sueño. Al despertar ya estoy pensando en esta, mi primera intervención en JJ. Dos efectos inconscientes que no llaman a la interpretación, dicen de la renovación del lazo con el Otro Escuela, tras el franqueamiento que es el pase. Dos efectos que se inscriben en la línea del debate actual sobre el pase: otro criterio de perfección, a la medida de cada uno y no tan separado del trabajo analizante. ¿Qué empuja a un analizante a hacer el pase?(1) En ocasiones un puro deseo de transmitir la experiencia y el punto de salida, en mi caso se agrega el work in progress sobre el síntoma-sinthome y los efectos sobre el cuerpo. Esto más que una respuesta, es un “ponte al debate!”


Gustavo Stiglitz

Journal des Journées Nº 70

10 de diciembre de 2009

(1) Elisabeth Leclerc-Razavet, JJ 68


Witz , teatro, enunciación

Jean- Daniel Mattet subrayaba que “comprometerse en el dispositivo del pase en la ECF es muy diferente a intervenir frente al público de las Journées”, la gran diferencia siendo “la existencia de un filtro de pasadores” en el dispositivo. Y, en efecto, la estructura del dispositivo inventado por Lacan es ternaria; Lacan remite a la “Dritte Person” del Witz para caracterizar esta forma de transmisión muy particular. Sin duda el procedimiento estuvo calculado en función lo que estaba en juego en 1967: extraer algo del orden del matema respecto al pasaje a de analizante a analista, mas allá de los efectos retóricos de los dichos del pasante. Se reconoce ahí la “creencia extrema en la lógica” de Lacan en esa época , tal como J-A Miller lo subrayó en su presentación del tema de la AMP : “Semblantes y sinthoma”. Estos ultimos años , J-A Miller evocó varias veces “el teatro del pase”, sacando consecuencias de la última enseñanza de Lacan, por ejemplo el texto de 1976 ; “l’esp d’un laps”. Aquí los efectos de seducción retórica no se evitan más. Los cuerpos están en presencia. Cada testimonio de pase,como “hystorización”, “asume la mentira de la verdad”; y el “espectáculo de los testimonios” responde también al “deseo de nuestra comunidad”. Las recientes Jornadas de la ECF han sido un teatro tal, su estilo me parece en resonancia con la última enseñanza de Lacan. Llegada a este punto, me detengo, tengo el sentimiento que algo no va: ¿qué estoy diciendo? ¿que el procedimiento está fechado, que no va más? No necesariamente, no más que la última enseñanza torne caduco lo que la precede. Por otra parte, cuando J-A Miller habla de teatro, lo hace en relación a un tiempo del pase, aquel donde los AE enseñan –un tiempo P3, diría, para distinguirlo del tiempo P1 (momento del pase en el análisis) y P2 (procedimiento del pase). Comparo entonces dos cosas diferentes, hago un error de lógica. ¿Entonces, borro y olvido la idea que se me ocurrió ? Saco una pregunta: ¿cómo definir la enunciación hoy y cómo hacerla “pasar”?


Anne Lysy-Stevens

Journal des Journées Nº 66

4 de diciembre de 2009

Trad :Sophie Battistini- Caussil


Comunicado del movimiento universitario por el psicoanálisis

Por un mail publicado en la lista “Kamel Gana”, el 25 de noviembre del 2009, M. Swendsen anuncia una buena noticia: el psicoanálisis es ahora soluble en la ciencia. No concibe ninguna dificultad en someterla a “una evaluación científica rigurosa”. Los expertos del AERES, nombrados por el Ministerio, resolvieron entonces el difícil problema de saber qué es una ciencia y disponen de criterios para medirlo. ¿Por qué guardan escondido tales descubrimientos quienes hasta ahora resistían a las investigaciones de los mejores epistemólogos? Parecen haber concluido sobre otra dificultad ampliamente debatida: ¿es la ciencia el único modo de conocimiento posible? Avances tan considerables no pueden permanecer reservados a algunos especialistas: deben ahora llevarlos al conocimiento público. Se puede esperar que tendrán mas para proponernos que el criterio popperiano de falsabilidad cuya característica poco convincente ha sido varias veces demostrada. Recordemos que ninguna experiencia puede revelarse decisiva para refutar una teoría. Por un lado, porque no es mas que un enunciado determinado quien esta comparado con los hechos, y no la teoría en si misma, ahora bien no se podría evaluar todos los enunciados en relación a la experiencia; por otro lado , mas importante todavía, si los hechos observados no confirman la teoría, la tratativa inicial del científico no es abandonarla, sino completarla con nuevas hipótesis. Las irregularidades factuales en relación a las tesis centrales de la teoría pueden acumularse, las hipótesis ad hoc se irán agregando hasta que una nueva teoría sea no solamente concebida sino aceptada por la mayoría de los especialistas. La unificación de la ciencia bajo la égida de la epistemología de Popper no ofrecería otra promesa que la de una esterilización metodológica de ciertos campos. “No se puede evitar mucho la conclusión, señala el matemático René Thom (1984), que no hay un único criterio de la cientificidad, cada campo disciplinario elabora sus criterios propios de cientificidad, tomando en cuenta las posibilidades deductivas que se presentan ahí. El criterio popperiano de la falsabilidad puede ser válido para la física (aunque no estoy seguro del todo). Es por parte de los físicos un acto de imperialismo injustificable querer imponerlo a otras disciplinas”. Desde entonces, los epistemólogos los mas pertinentes llegan a una constatación de fracaso: “el problema de la demarcación entre lo que es ciencia y lo que no lo es no está todavía agotado” (Paty, 1982). La ciencia es múltiple. Antes de los recientes descubrimientos del AERES, no existía su definición neutra y objetiva. Es más, una de las características mayores de las investigaciones científicas del siglo XX reside en la multiplicación de las demostraciones de incompletud. Se conocen los teoremas de Gödel que establecían que existe en aritmética proposiciones a la vez verdaderas e indecidibles. Pero existen otros agujeros irremediables en las conexiones rigurosas de las letras de la ciencia : la refutación de la hipótesis del continuo por Cohen, el teorema de indecidibilidad de Church, el principio de incertidumbre de Heisenberg, el teorema de la parada de Turing, el teorema de la verdad de Tarski, etc. Pasa a veces que una ficción intenta cubrir la aporía lógica, tal es el caso de la famosa tesis astronómica del big-bang, aunque proviniendo de formalizaciones matemáticas rigurosas, no sabría clausurar la interrogación sobre el origen, ni callar al ingenuo preguntando por lo que precedía a la explosión inicial. Estos agujeros en los enunciados más rigurosos hacen acordar que los saberes científicos son reducciones discursivas de lo real hechas a partir de hipótesis concebidas por un sujeto. Ahora bien, hay una condición necesaria, pero no suficiente para determinar lo que es científico, es que este sujeto no aparezca mas. Cuando los resultados de una experiencia están condicionados por los estados de ánimo de aquel que la hace, tal como en la alquimia o el chamanismo, hay consenso para considerar que no se trata de una ciencia. Fallidos, sueños, delirios, síntomas no pueden encontrar lugar en el discurso de la ciencia: son siempre singulares y no reproductibles en laboratorios. Una especificidad del psicoanálisis, ignorado por M. Swendsen, reside en que su estudio apunta al sujeto que hace a la ciencia, por este hecho debe rechazarla metódicamente: el sujeto solo vuelve a aparecer en la mediación de agujeros en el saber, centro de su inserción. Querer hacer entrar el psicoanálisis en el discurso de la ciencia equivale a desconocer su especificidad. Releva en otro campo epistemológico y no puede usar sin renegarse de las herramientas propias al método experimental. Desde entonces, el MUPP saluda y aprueba la iniciativa de los Profesores del CNU sección 16 quienes se rehúsan en participar de los peritajes del AERES, sabiendo que los criterios seleccionados operan de hecho en una pre-evaluación particularmente inequitativa para el psicoanálisis y la psicología clínica. Hay que recordar que el método clínico no es el método experimental y que nada justifica epistemológicamente querer subordinar la primera a la segunda. El MUPP pide a los psicólogos clínicos universitarios no participar más en los peritajes del AERES –sabiendo que en su modo actual solo pueden conducir a la desaparición de sus formaciones. Únicamente la propuesta de escisión del CNU sección 16, propuesta por el Sindicato Nacional de Psicólogos podría permitir salir de una situación nociva que alimenta desde décadas tensiones entre psicólogos que intervienen en la universidad.


Jean-Claude Maleval

Journal des Journées Nº 65

3 de diciembre de 2009

Traducción: Sophie Battistini-Caussil


Comunicado de Jacques-Alain Miller

Bernard –Henry Levy aceptó mi propuesta de presidir desde el principio y hasta el final el Foro del 7 de febrero próximo en la Mutualidad “La Evaluación, una cultura de muerte “. En ocasión de ese Foro, LNA ( el Nuevo L´Ane ) presentará su décimo número . La aparición del número está prevista para mediados de enero. La encargada de la redacción es Agnés Aflalo.


Journal des Journées Nº 62

24 de Noviembre de 2009

Traducción Vera Gorali


La Suerte(*) en la Política Lacaniana

Querido Jacques Alain

Lo que tu llamas el Seminario franco-búlgaro distinguido por mi, es un laboratorio muy particular del CIEN. Existió porque tomamos la decisión de trabajar con Médicos del Mundo, que tenía el apoyo del Consejo General de Aquitania y sobre todo gracias al deseo decidido de Daniel Roy y de colegas de Bordeaux tan emprendedores y disponibles como él. Cuando me hiciste testigo del proceso de reflexión que te condujo (en 1999 o en el 2000 ) a crear el CIEN, me anunciaste que me confiabas sus destinos. Trabajé mucho, particularmente con Anna Aromi, quien inventó la revista El Niño, con Beatriz Udenio para América latina y con Philippe Lacadée en Francia. El CIEN existe , y su “interdisciplinariedad” que asegura una verdadera “educación freudiana“ del pueblo, no solamente en Francia, sino también en Brasil y en Argentina. Pondré el mismo compromiso y aplicación para hacer existir dignamente la Universidad popular Jacques Lacan si tu así lo quieres. Guardé un ejemplar del Anuario 2009 de los laboratorios del CIEN francófono. Este Anuario aparece cada año, allí donde el CIEN existe. El CIEN tiene un Boletín electrónico; con todo gusto te inscribiremos en su lista de distribución cuando lo desees. Es evidente que las redes del Campo freudiano estaban preparadas para el acontecimiento que la preparación de las Jornadas anunciaba. Se esperaba que ellas marquen un antes y un después en la política lacaniana. Sin embargo nadie –ni los participantes de las Redes ni yo misma– podía imaginar la fuerza del golpe de viento y de despertar de estas Jornadas. Creo poder decir que la mayoría nos sentiremos honrados de contribuir con la UJL.


Judith Miller

Journal des Journéés Nº 57

14 de noviembre de 2009

Traducción Vera Gorali

(*) N de T : Le bon-heur : en Fr., juego de palabras que condensa la felicidad, la suerte o fortuna, con la buena hora o momento oportuno.


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Ateneo de Investigacion: "La práctica analítica en el Campo freudiano de Argentina desde 1980”

Responsable: Vera Gorali

Ana Larrosa, Marta Peña, Sophie Battistini-Caussil, Horacio Gargano, Julio Monzón,Carlos Gustavo